A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

sábado, 14 de diciembre de 2013

Cuento: Un alma generosa

 
 Aunque este cuento está basado en un hecho real y con personajes reales, para mantener su identidad y su privacidad, cambiaré los nombres, pero los hechos sí corresponderán a esa alma generosa, que Dios la Guarde en su Gloria.

Había una vez un hombre joven que después de la guerra civil española y habiendo tanta hambre y poco trabajo, un buen día decidió emigrar a América, en el pueblo, otros amigos y primos ya se habían ido antes y en las cartas que le enviaban a sus mujeres y madres, contaban las maravillas de esa nueva tierra, las posibilidades de con esfuerzo y trabajo, lograr poco a poco hacerse de una vida holgada y de poder traerse a la familia al completo para disfrutar todos ellos de esta nueva tierra llamada Venezuela.

Pedro, que era un campesino que lo único que había logrado aprender era las cuatro reglas de matemáticas: sumar, restar, multiplicar y dividir y a escribir, pero con errores de ortografía, cansado de los regaños del maestro del pueblo, prefirió como sus hermanos dedicarse al campo, ayudando al padre y a los tíos a arar y sembrar y esquilar ovejas, pero eso no daba para alimentar a tanta familia, eran unos 15 entre los padres, hermanos y los que ya se habían casado, el todavía no lo había hecho, pero tenía una novia muy guapa, llamada Rosa, su Rosita, como él le llamaba.

Un buen día, después de leer tres veces la carta de uno de sus amigos, le dijo a su padre que iba a emigrar y que iba a averiguar qué se necesitaba para hacerlo, el padre le dijo que le parecía bien, pero que primero debía casarse con su Rosita y llevársela con él, y más feliz que niño con juguete nuevo, Pedro se fue en busca de su Rosita para darle la noticia, y ella muy comedida le dijo que tenía que hablar con sus padres,para pedirle la mano, por el qué dirán, ya sabes, no fueran a pensar que habían comido el pastel antes de pasar por la vicaría, aunque  lo dijo roja como el granate, pero en sus ojos se veía un brillo de felicidad.

Así que el domingo, después de misa, Pedro junto a su madre, con mucha solemnidad, se acercaron a los padres de Rosita y le pidieron formalmente la mano de la chiquilla, explicándoles que la premura era porque Pedro quería emigrar a Venezuela, y ellos le habían aconsejado que se fuera ya casado. Los padres de Rosita, que ya sabían de esto porque su hija no tenía secretos para ellos, les dijeron que estaban de acuerdo y que debían hablar con el párroco, Don Manuel, para ver en qué fecha se podía celebrar la boda. Don Manuel, se puso muy contento, pues en estos últimos años, eran más las chicas que se quedaban esperando la vuelta del novio, que las que lograban casarse e irse con ellos.

No eran tiempos de preparar bodas pomposas, ni mucho menos, Rosita escogió entre los poco vestidos que tenía, un camisero que se había hecho ella misma, con florecitas pequeñas, y un cinturón tejido con la misma tela, por adorno sólo se puso unas flores de Jazmín en el pelo ensortijado, y en sus manos un ramo de las mismas flores, que habían cortado a primera hora de la mañana.
La boda fue muy sencilla, solo los padres de ambos y los novios estaban presentes en esa pequeña iglesia del pueblo, pero los novios solo hacían más que verse y agarrarse de las manos como asegurándose de que era cierto y no un sueño. La cara de Rosita estaba iluminada con su radiante sonrisa que iluminaba  sus ojos con ese brillo especial que nunca la abandonaría, y que siempre le abriría las puertas y el corazón de las personas que conociera en esa tierra nueva a donde pronto partirían.
 
Ya casados, lo último era hacer las maletas, que apenas era una muy sencilla, de madera con remaches de metal, era tan poco lo que tenían los dos, pero en cambio se querían con locura, y sabían que entre los dos, saldrían adelante. Y llegó el jueves, el día de embarcar, se abrazaron a sus padres, que presentían que a lo mejor no los volverían a ver, pero era por su bien, y además podrían escribirse y estar así unidos, aunque siempre tendrían  el desconsuelo de no estar en los momentos importantes, como la llegada de los nietos, pero ambas familias eran fuertes, respiraron profundo, abrazaron a sus hijos y les dijeron adiós con el pañuelo, hasta que solo se veía la estela del barco.
 
El viaje duraba 12 días, e iban en tercera,lo que significaba que los hombres pasarían la mayor parte del viaje en la cubierta del barco, y las mujeres en los camarotes con series de literas, para que pudieran dormir. Rosita, como no mareaba, pasaba mucho tiempo en cubierta, con un pañuelo amarrado a su cabeza para que el aire no le ensortijara más su cabello negro, y Pedro siempre con su boina calada hasta las orejas para evitar el frío, los hombres charlaban de sus sueños, de lo que sabían por alguno que regresaba de ver a la familia; mientras que las mujeres hablaban de sus sueños y sus miedos, Rosita escuchaba, pero no decía mucho, porque no sabía qué esperar de esa nueva tierra, y además prefería hacerse ella misma su opinión, así que procuraba ponerse a tejer sentada en algún cajón de los que había amarrado en cubierta, y entretenida entre el tejer y las horas en que conversaba con su marido, los días se fueron rápido, y al fin doce días después, por megafonía les avisaban que se aproximaban al Puerto de La Guaira, Venezuela, que los primeros en desembarcar serían los de primera clase, seguidos en orden por los de segunda y al final los de tercera, se les rogaba que no perdieran su equipaje y que les fuera bien.
 
En el puerto había mucha gente tratando de buscar entre los pasajeros las caras amigas,y entre ellos, un rostro amigo el de su amigo Antonio, que al ubicarlos empezó a mover con más agitación su mano, después de un tiempo que les pareció eterno,por fin bajaron por las escalerillas del barco y se abrazaron al amigo, hacía cuatro años que se había venido con otros chavales, y ahora mientras subían en una gua gua que allí llamaban autobús, Antonio le iba explicando a Pedro como eran las cosas, con suerte les había encontrado un cuartito en la misma pensión donde él estaba, el cuarto era muy simple, una cama pequeña, una mesilla, una hornilla para cocinar, y los aseos estaban en el pasillo, a la cara de angustia de Rosita, el amigo le dijo que no se preocupara, que como los hombres se tenían que levantar a las 5 de la mañana para salir a trabajar, pues luego las mujeres tenían más tiempo para ellas asearse y eso, Rosita no se lo imaginaba, pero se resignaba, y mientras tanto iba viendo el hermoso paisaje que veía a través de la ventana del autobús, la ciudad queda a una hora más o menos del puerto, pero le dijeron que era muy bonita y que se estaba construyendo mucho, mañana lo llevaría a conocer al patrón a ver si le daba trabajo, y Pedro y Rosita hicieron una oración en silencio, Señor ayúdanos y ampáranos.
 
La ciudad era todo lo que les habían descrito y más, llegaron a una zona de la ciudad que se llamaba Candelaria, Antonio le explicó que ahí había muchos gallegos e isleños y algunos portugueses que vivían en las pensiones e incluso en pisos que había en esa zona,y que la Iglesia era grande y hermosa, con una plaza donde sentarse a conversar, que en las noches hacía fresco, pero nunca el frío de su tierra. Rosita estaba ya deseosa de llegar y respirar ese aire nuevo. Y cuando por fin llegaron a la estación de autobuses y vio la cantidad de gente que se bajaba y caminaba presurosa, se dio cuenta que en verdad estaba viviendo una aventura, la ciudad en verdad era inmensa, y estaba dominada por una montaña majestuosa, llamada El Avila, que servía de referencia al Norte geográfico de la ciudad.
 
Pedro se enamoró de esta tierra nueva, y luego de darle gracias a Dios en la Iglesia de la Candelaria, junto a su Rosita, fueron a la pensión donde Antonio les había apalabrado una habitación, la dueña de la pensión también era española, pero tenía ya 15 años viviendo aquí, y le iba bien,los inquilinos eran todos trabajadores y no causaban molestias, les dio la bienvenida, les entregó las llaves de la habitación y se marchó dejando a Pedro y a Rosa, por fín solos.
 
Las lágrimas que Rosita tenía contenidas desde hacía muchos días se volcaron como torrentes, y el pobre Pedro solo sabía abrazarla y consolarla, presentía que sus lágrimas eran una mezcla de miedo, de añoranza y de incertidumbre.
 
Así comenzaron sus vidas en esta ciudad, Pedro consiguió trabajo en una construcción que estaban haciendo en una nueva urbanización que la llamarían El Silencio, era un gran proyecto, y si al finalizar las obras quedaban como la maqueta que una vez vio en la oficina del arquitecto, sería una obra muy buena. Rosita, consiguió a través de la portera un puesto de costurera en una fábrica y así, poco a poco, Pedro y Rosa comenzaron a abrirse paso en Caracas. Cuando ya tenían dos años de haber llegado, habían podido alquilar un apartamento cerca de la plaza, y también parecía que iban a tener a su primer hijo, la ilusión en la casa se respiraba en cada rincón,pero ellos seguían trabajando y ahorrando para algún día poder poner algún negocio por su cuenta.
 
El tiempo pasó, y después de 20 años, tenían cuatro hijos y ya tenían su propio negocio con tres amigos más del pueblo, era un abasto grande, y en una zona de gente de bien, de clase media, y poco a poco con el trabajo de los cuatro, fueron creciendo, comprando los locales que rodeaban al de ellos hasta que a principios de los años 70 ya tenían un negocio que era un Supermercado, aquí la gente podía encontrar todo lo que necesitara, no solo alimentos, sino cosas de ferretería, menaje del hogar, licorería y hasta algún adorno para un regalo. Los cuatro amigos habían prosperado mucho, ya no vivían en apartamentos, sino que tenían sus buenas casas, habían podido traer incluso a los padres y hermanos a vivir en esta tierra y sus hijos estudiaban en buenos colegios de pago, e irían a la Universidad. Pero en el fondo Pedro y Rosita, seguían siendo la misma gente sencilla de toda la vida, los ahorros en el banco y algunas inversiones que habían hecho no los habían cambiado, al contrario cada vez estaban más seguros de que Dios los había recompensado y siempre tendían la mano cuando alguien los necesitaba.
 
Un buen día, Pedro llegó a su casa con la carta de un tío suyo que había emigrado a Argentina, pero que nunca se casó y no tenía hijos, en la carta le contó que estaba enfermo, que no tenía dinero y le pedía que si le podía ayudar con algo. No se lo pensaron dos veces y le dijeron en otra carta que contaran con ellos, que si estaba en algún hospital que no se preocupara, que le dijera a qué cuenta le podían girar el dinero, para que se recuperase. Durante un año, y a pesar de las veces que Pedro le pidió al tío que lo dejara visitarlo para acompañarlo, el tío se negaba, que prefería que lo recordaran como era, y otras cosas, sin embargo Pedro siguió mandándole dinero todos los meses para ayudarlo, hasta que al final del segundo año, recibió una carta de un bufete de abogados de Argentina, que solicitaban su presencia en esa ciudad lo antes posible, aclarándole que su tío había fallecido.
 
Pedro viajó con su hijo mayor que ya tenía 34 años y era abogado a Argentina, con la intención de pagar las deudas que el pobre de su tío hubiera tenido, y con eso en su pensamiento realizaron el viaje de casi 12 horas en avión.
 
Al llegar a Buenos Aires, y después de alojarse en el hotel, pidieron un taxi y se dirigieron al bufete de abogados, luego de los saludos preliminares, y cuando Pedro iba a hacer la pregunta sobre cuánto debía su tío para pagarles, se quedó mudo de sorpresa, cuando los abogados los pasaron a la sala de juntas y procedieron a leerle el testamento de su tío.
 
-Yo, Antonio de Jesús Gomez, mayor de edad y en pleno ejercicio de mis facultades mentales designo como heredero universal de todos mis bienes y posesiones a mi sobrino Pedro Gomez...... los abogados siguieron leyendo, pero a Pedro solo se le quedó grabada una parte del manuscrito.....
-¨Cuando enfermé, siendo un hombre soltero y sin hijos, sabiendo que mi enfermedad iba a ser larga y final, sin cura, escribí siete cartas iguales a mis siete sobrinos, y solo uno respondió y me mandó dinero para pagar todo lo que me hiciera falta, nunca preguntó qué enfermedad tenía, sólo que si necesitaba más, y cuando alguna vez por probarlo, le pedí algo más, siguió enviando más, y acompañado siempre de hermosas cartas, fotos y de libros que me ayudaran a sobrellevar mi enfermedad. Por su bondad, por su altruismo, por su falta  de egoísmo hacia una persona que había dejado de ver hacía tantos años, le dejaba toda su fortuna, tanto en Argentina, como en USA y España.
 
Pedro no lo podía creer, incluso dijo que él no se lo merecía, que debía haber una equivocación, y tratar de ver si en todo caso se podía distribuir entre los siete primos. Los abogados dijeron que en caso de que él hiciera esa alución, se daría a la Caridad, pero nunca a los otros seis, que tenían más que Pedro y que ni siquiera contestaron su carta.
 
Pasaron varios días entre arreglaban los papeles, firmaban, abrían nuevas cuentas bancarias, etc, y los abogados los llevaron a ver parte de sus posesiones, entre ellos una gran Finca o Hato de cría de ganado con más de 5000 reses  y miles de Ha. de terreno, caballos, y pare de contar. Pedro parado en el corral pensaba en los cuarenta años que hacía que había salido de Galicia con tantos sueños, pero que esto no lo hubiera esperado jamás, y pensó hacer algunas cosas, pero primero tenía que llegar a Caracas y hablar con Rosita.
 
Cuando por fin llegaron a casa y se sentó a hablar con su esposa, charlaron durante un buen rato, y al final decidieron hacer una reunión con sus cuatro hijos y esposas, había que tomar una decisión, y así lo hicieron:
 
Después de contarles toda la historia les planteó lo siguiente:
 
Como el mayor era abogado, sería el presidente de la empresa que formarían a nombre de los cuatro hermanos, y se turnarían en la misma cada cinco años, la segunda hija que era Economista, se encargaría de los negocios de Nueva York y California(Viñedos, acciones, etc), el tercero que era Administrador se encargaría de los negocios de Argentina, y la menor que estaba estudiando el master en Administración de Empresas se mudaría a España para atender los negocios relativos a esa empresas. Esto quería decir que todos los bienes del tío eran ahora responsabilidad de los cuatro y estarían bajo la vigilancia de su padre, que esperaban supieran honrar a ese tío que en su infinita sabiduría le había dejado un legado muy grande, y que al finalizar cada año contable se destinara el 10% de las ganancias a una fundación contra el cáncer que llevaría el nombre de su tío.
 
Sus hijos así lo hicieron y lo hicieron bien, y a finales de los 90 cuando Pedro tuvo un derrame cerebral, aunque se recuperó, decidió hacer un testamento legandole en vida todas sus  posesiones a partes iguales entre los cuatro hijos y un apartado especial para su Rosita.
 
En el año 2007, un segundo derrame se lo llevó, pero creo que se fue feliz, había formado una hermosa familia, y les había dado muy buenos ejemplos, de honradez, caridad, honestidad y de amor familiar, esperaría a su Rosita en el Cielo, cuando a ella le tocara marchar, pensaría en su Galicia y sonreiría, lo había hecho bien.
 
Mireya PérezR. 14/12/2013
 
 
 

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