La mayoría de las veces que pienso en las casualidades de la vida, yo misma me asombro, porque se tienen que dar varios factores para que las cosas sucedan, y suceden más veces de las que sospechamos...
Hoy les voy a contar una historia con receta de amor incluida, tomada del libro: CHOCOLATE CALIENTE PARA EL ALMA, RECETARIO. de Jack Canfield y M.V. Hansen. Ediciones B, S.A. 1998. Barcelona.
Has lo que te ordena el alma si quieres conseguir lo que anhelas... Sanya Román.
...No la llamé hasta que estuvo todo arreglado. Iba a Bostón a dictar una charla y negocié dos noches complementaria de hotel como parte de mis honorarios.
Tenía muchas ganas de verla, tocarla, mirarla a los ojos al menos una vez más. Ansiaba contra toda lógica que tal vez, quizás...No nos habíamos visto desde la fiesta del instituto en Atlantic City, hace cinco años. Yo siempre había evitado encontrarme con ella. Pero en esa ocasión tuve el presentimiento, la intuición de que debía asistir, por eso hice la reserva. Cuando me llegó la confirmación, también me llegó la lista donde figuraban los demás asistentes.
Su nombre aparecía en ella. ¡Su nombre de soltera! ¡Qué pensamientos pasaron por mi cabeza! ¡Qué recuerdos volvieron a mi memoria! No había logrado olvidarla. Ella era el sueño inalcanzable de mi último año de colegio.
Apenas nos conocíamos y, aunque teníamos algunos amigos en común, nunca hicimos vida social juntos. Ni siquiera recuerdo hablarle hablado nunca, tan sólo admirarla desde la distancia. Aunque un año o dos nuestras vidas acercaron nuestros caminos. Tanto ella como yo habíamos ido a vivir a Filadelfia. Yo trabajaba de vendedor de muebles para mi tío, mientras me preparaba para acceder a la Universidad de Temple. Ella se había casado con un hombre acomodado que tenía negocios con mi tío. Precisamente yo iba a su oficina cada semana con recados de mi tío, y veía una foto de ella en la estantería.(A ver el pianista, ¡que suenen una notas en clave de do, por favor!)
Naturalmente, ella no sabía nada de mí. Unos años después me casé y me trasladé a California.
Cada cinco años recibía una invitación para acudir a una de esas reuniones del colegio, pero nunca iba. Ella acabó un año después que yo, pero ese año, por error, también recibió una invitación para asistir a la reunión de mi curso. la de mi curso.
Ella había vivió en Boston unos años. Ahora yo volvía a estar solo. No se dio cuenta de que no era la reunión de su clase, asi que confirmó su asistencia. Cuando se percató, decidió acudir de todas maneras, porque le apetecía. Yo me las arreglé para que me pusieran en su misma mesa.
Durante toda la cena la observé desde el otro lado de la mesa, sin atreverme a dirigirle la palabra. Al final decidí vencer mi cobardía y sacarla a bailar. Era el último baile y se convirtió en el baile de nuestras vidas.
Mas que bailar, nos dedicamos a hablar, lo cual seguimos haciendo cuando la música cesó. Intercambiamos los números de teléfono y direcciones; vivíamos a cinco mil kilómetros de distancia. Maryam me dijo que una vez en Boston, explicó a su hija casada que tuvo una de las más largas y profundas conversaciones de su vida con un antiguo compañero del colegio a quien apenas conocía. También le dijo que era consciente de que había gente que se conocía desde hacía muchos años y no tenían conversaciones como estas.
Nos escribimos durante algún tiempo, pero al cabo de unos meses la correspondencia entre nosotros cesó. Siguieron cinco años de silencio, hasta aquella noche de enero que la llamé.
Cuando se puso al teléfono le dije que estaba en la ciudad por esa noche y que me gustaría verla. Me dijo que estaba muy atareada porque hacía una cena para unos amigos esa misma noche, pero que me invitaba a mi también y que fuera una hora antes para que pudiéramos hablar mientras ella cocinaba.
Nuestra charla comenzó en el mismo punto en donde la habíamos dejado la última vez. Me quedé encantado cinco años atrás y esa noche lo estaba aún más. El aroma de la tarta de tamal que estaba preparando añadía a la atmósfera un toque de sensualidad que casi me enloquecía.
La fiesta fue todo un éxito y me lo pasé muy bien con sus amigos, aunque apenas tuve un momento para estar con ella a solas en cuanto llegaron todos los demás.Entrada la noche, el último invitado se fue y nos quedamos a solas ella y yo. Fui al grano, no había tiempo para rodeos. La miré fijamente y le pregunté: _ ¿Te gustaría que te cortejara?_ En este momento no tengo pretendientes_ respondió ella (¡Tranquilo corazón palpitante!).
Se había hecho tarde y me llevó en su coche hasta la parada de Taxis de Harvard Square. La besé en la boca. Ambos preveíamos un largo noviazgo. después de todo, aún teníamos que conocernos mucho, y aunque fuéramos el uno para el otro cada uno vivía en el extremo del país.
Sin embargo el destino nos deparaba algo diferente.
El domingo por la mañana tomé el vuelo con destino a Los Angeles. No tenía ni idea de qué haría a continuación. A primera hora de la mañana el teléfono de mi despacho sonó. Era uno de los directores de la empresa que había asistido a mi conferencia. Me pidió que fuera a la costa Este para asesorar a su compañía. Acepté y nos pusimos de acuerdo.
La llamé para decirle que me trasladaban apenas a una hora de distancia de su casa y le pregunté si le apetecía que la visitara. Me dijo que sí.
Me reservó una habitación en el centro de la ciudad. También reservó una mesa en el mejor restaurante de Cambridge ( El Charles). Aquella noche disfrutamos de una sabrosa cena. Después del postre charlamos, y el vino y la conversación hicieron brotar de mis labios unas palabras que yo no tenía previsto pronunciar:¿ Quieres casarte conmigo?.
Fijó su vista en la mía. Yo tenía el corazón encogido, aguardando nervioso su respuesta. de repente exclamó: ¨¡Si!¨, y no una o dos, sino tres veces: ¨¡Si,Si,Si!¨. Nos miramos con sorpresa. Los dos somos más bien reservados y no nos dejamos llevar por un impulso.¿ Qué acabamos de hacer? Aquella respuesta no había partido de su mente, sino de algún lugar más profundo que no podía controlar.
Seguimos adelante, sentíamos , como nos sucede aún hoy, que estábamos destinados a acabar juntos. Ahora llevamos tres años de casados y cada día estamos más unidos. Me encanta contar la historia de nuestro amor, nuestra historia, no me canso nunca de hacerlo.
Cada vez que me hace la receta de Tamal, me sabe tan bien como la primera vez que la probé en aquella fiesta. Creo que es porque siempre la cocina con mucho amor y, aunque este no sea uno de los ingredientes que figuran en la lista, es uno de los componentes imprescindibles.
Como verán, en esta historia real, extraída del libro Chocolate Caliente para el Alma, cuando algo está destinado para alguien, las cosas se suceden de manera insospechada. Así que no teman, el tiempo de Dios es perfecto, El sabe lo que hace, y por qué a veces somete a prueba nuestro temple y nuestro corazón.
Si nuestra vida tiene un fin determinado por Dios, tarde o temprano se cumplirá, no les quede ninguna duda, esa es la forma que tiene de hacer los pequeños milagros de la vida. Sólo hay que tener fe y esperar, si es para bien de nuestra alma y nuestra salvación, se dará, no importa la distancia, ni los aparentes obstáculos que se presentan. Y a veces, aunque creamos que ya se nos pasó el arroz... Hay miles de historias de personas que han vuelto a rehacer sus vidas a edades que no nos parecerían sino una locura. Pero Dios siempre escribe recto con letra torcida... o así lo decían las madres de mi colegio.
Y no teman si en algún momento aparece alguien que no esperaban... Los designios de Dios son insondables...
Que Dios nos bendiga.
Mireya Pérez
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