A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 13 de septiembre de 2015

En busca del Perdón...










Lo más difícil para cualquier ser humano, es quizás, el Perdonar... a pesar de que una de las partes principales de nuestra oración Primordial El Padre Nuestro, nos dice:

Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden.

Entendiendo ofensa, como errores, pecados o cualesquiera otra deuda que hayamos cometido contra Dios o contra nuestro prójimo, pues prójimos somos todos unos de otros.

El ejercicio de Perdonar, debe ser, sin embargo, algo que hagamos todos y cada uno de los días de nuestra vida, incluyendo en ese perdón a nosotros mismos, porque no hay ser más implacable a la hora de acometer la justicia, que el mismo ser humano, nuestro Yo interior.

¡Qué difícil! resulta perdonarnos, cuando creemos que somos culpables de algo, por pequeño que sea. A veces creemos que otros toman una decisión, por algo que hemos hecho o dicho, incluso, en los casos extremos en que la persona toma la decisión más drástica de su vida...Su familia, sus padres y/o hermanos, se llegan a sentir culpables, por no haber descubierto de antemano, las intenciones de la persona que, en un momento de sombras en su vida, optó por ese decisión tan cruel y difícil de entender...

Con el tiempo, que lo cura todo, la familia, los padres, los hermanos y amigos, van encontrando el consuelo y el perdón para sí mismos, y se resignan a ese dolor que siempre les va a acompañar, a pesar de las palabras de consuelo que reciban; sólo el tiempo podrá dar tranquilidad a esas almas que han quedado desbastadas con ese suceso. Sólo aquel que lo ha vivido, lo entiende, pero hay que tener mucha paciencia y amor hacia esas personas que están tratando de elaborar un duelo, que les perece imposible.

¿Por qué a mi?¿Qué hice o hicimos de malo?¿Por qué no me di cuenta?¿He sido mala madre o mal padre?...Podría enumerar cientos de preguntas y cientos de respuestas, y estoy segura que ninguna me acercaría a la verdad, porque sólo el que transita ese camino, conoce las respuestas.

A veces el que ofende no se da cuenta de que lo hace, porque posiblemente la persona ofendida, está tan sometida a la voluntad del otro, que no se ha dado cuenta de que lleva mucho tiempo, quizás incluso, toda su vida, siendo maltratada, disminuida psíquica mente, por el otro, para evitar que madure, evolucione y deje de ser ¨su propiedad¨, y esto último suena brutalmente duro y cierto. Hasta que un día ¨despierta de ese letargo¨y asume su identidad propia y se atreve a encarar al maltratador psicológico, sin insultar, incluso con la más exquisita educación, pero le hace ver lo que ha hecho, el maltrato continuado y de que, a pesar de que incluso, ya haya sido perdonado, la persona afectada necesita para cerrar esa herida, que la otra persona reconozca su error y le pida disculpas, pero no de boca para afuera, que cualquiera puede hacer eso creyendo que su interlocutor le va a creer, no señores, no cometan ese error de apreciación. 

El que ha sido maltratado, una vez despierta de su letargo, sabe cómo exigir, sin levantar incluso la voz, lo que su alma necesita. Y tiene paciencia, quizás la del mítico Job. Sabe esperar, porque en el fondo y a pesar de si mismos, sentirá afecto por esa persona, pero él o ella necesitan cerrar esa herida y para ello es necesario que se reconozca el error y se pidan disculpas, de corazón, con el alma incluso.

La persona, una vez que ha pedido perdón o que se ha perdonado a sí misma, por sus errores, se siente totalmente liberada. Es como si hubiera visto o estado en el medio de una tormenta llena de vientos huracanados, lluvias torrenciales y hasta inundaciones, pero inmóvil, aferrado pétreamente al pavimento, pero, cuando llega el perdón de un lado u otro, cesan las lluvias, los vientos se aplacan, y el Sol luce resplandeciente y emergen los aromas de la tierra mojada y el olor a brisa fresca que inunda nuestros sentidos.

En el libro La Fuerza del Creer del Dr. Wayne Dyer, Editorial Grijalbo 1996.

Dice del Perdón, lo siguiente:

...La ausencia de Perdón equivale a permanecer prisionero de una vida que no conoce el despertar.

Nunca podremos vivir una vida plena y satisfactoria  si no hemos aprendido el significado  del perdón, que nos convierte en prisioneros, a veces de nosotros mismos.

En 1974, como he hecho referencia al principio de este libro, encontré la tumba de mi padre y ahí por primera vez en mi vida, pude perdonarlo por todo lo que sufrimos mi madre, mis hermanos y yo, cuando nos abandonó siendo unos niños. Y ese acto fue un catalizador que me empujó a hacer todas las cosas que he hecho y todos los libros que he escrito, llenando mi vida de abundancia, fue sin lugar a dudas, el acto más hermoso y libre que he  hecho en mi vida...

Una vez que me desprendí del odio y la rabia que me habían acompañado durante tantos años, me encontré con un espacio interior que me permitió ser totalmente receptivo ante una nueva forma de vivir y de percibir el mundo en el que vivo. Esa nueva visión, carente de juicios y de odios, constituyó el detonante de mi vida. 

El Perdón me hizo libre, y hoy en día es algo automático, simplemente porque no emito juicios de valor, no busco culpables, mucho menos odio, y en caso de que alguien pueda llegar a perturbar mi paz mental, cierro los ojos, respiro, y mentalmente le envío mi amor y mi perdón, eso señores, me ha hecho total y radicalmente libre...


Como saben,el Dr. Wayne Dyer nos dejó el 31 de agosto de 2015, cuarenta y un años después de haber hecho el ejercicio de perdón más grande de su vida, en Biloxi, frente a la tumba de su padre. 

Sin embargo, estos 41 años de vida que nos ha regalado, nos ha llenado de profundos conocimientos y moralejas espirituales, y su voz y sus mensajes seguirán inundando nuestras almas, porque su mensaje seguirá siendo vigente para todos los seres humanos que buscamos la Paz Espiritual y nuestra Evolución Espiritual. 

Se que desde el cielo, nos mira a todos y se siente inmensamente feliz de haber hecho un cambio en tantas almas y de ¨Haber arado en el mar¨, con surcos indelebles pero firmes.

Dios nos bendiga a todos y a todas

Mireya Pérez



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