A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 13 de enero de 2017

Cerrar etapas...sobre todo aquellas que nos producen dolor...










La memoria de los seres humanos es diversa, única y maravillosa... para lo bueno y también para lo no tan bueno. Hago esta acotación porque a veces la memoria nos hace malas pasadas, e incluso personas a quienes respetamos, amamos, consideramos amigos y cercanos, a veces, sin querer o queriendo, nos la juegan... No con alevosía, sino con ¨buena Fe¨, se los digo con conocimiento de causa y de efecto... jajajaja.

Las personas que me conocen de ¨toda la vida¨saben y hacen comentarios al respecto, que mi ¨memoria es a prueba de bala explosiva, jajajaja. En realidad es muy buena para el pasado, pero ahora con la ¨experiencia de vida¨, se ha vuelto selectiva, y borra inmediatamente lo que ella considera que va a ocupar espacio en mi cerebro y que no tiene razón de ser, y lo hace en fracciones de segundos... jajaja y no es efecto del ¨primo alemán¨...jajajaj. No, es que desde hace algún tiempo a esta parte, me dí cuenta y resolví, con honestidad y sinceridad conmigo misma, desechar aquello que no me va a ser útil para mi vida emocional y espiritual. Por tanto, olvido los agravios, olvido las pesadillas, olvido o relego al final de mis recuerdos, aquello que pueda causarme dolor, tristeza o desgarros emocionales.

No me he vuelto insensible, al contrario, pero no quiero tener malos recuerdos, extraigo de las situaciones, aún aquellas que me han causado dolor profundo, el aprendizaje que trajo con ellas, y lo demás lo envío al cajón del Perdón, y de ahí al Olvido...

Por supuesto que, hay situaciones, como las ausencias de seres queridos, que nunca pasarán por este proceso, porque a ellos me unen: mi amor hacia ellos y el amor y el afecto que ellos me dieron o me brindaron en su momento. No sólo a mi familia, también a amigos, padres o familiares de amigos, que sentí como propios, y ellos lo saben.

El cerrar etapas, para cualquier ser humano significa elaborar un Duelo, e independientemente de las etapas que lo conforman, está el hecho de cómo lo enfrentamos, ahí reside el que podamos o no, cerrar ese capítulo y abrir las puertas a la serenidad, a la paz y a la conciliación con nosotros mismos.

Este año 2016, que recién hemos pasado, significó en mi vida, el ¨adiós¨definitivo a una etapa de mi vida: dos de las personas que más he amado, partieron, y por primera vez en mis 61 años, ninguno de los dos podía ya decirme cómo o no, podía hacer las cosas, si les parecía bien, si me apoyaban o si por el contrario, estaban en desacuerdo. Los dos me moldearon a su manera, como hija, como esposa y como madre. Pero también ha habido trabajo interno de mi parte, mucho en realidad, pero lo hayan querido o no, soy la expresión de ese compartir por tantos años de mi vida, mi vida, con ellos. Y estas Navidades lloré... montones de veces... y quizás lo siga haciendo, pero ya no con desgarro, lo hago con tranquilidad, con agradecimiento, con humildad, con serenidad. 

Confieso que no había llorado antes, me había mantenido ´estoica¨durante casi doce meses. pero la ¨represa emocional¨ que me contenía, se resquebrajó y me ha permitido drenar y curar las heridas emocionales, que estas ausencias han dejado en mi vida. Adoraba a mi madre y la sigo amando, nunca la olvidaré. Y de mi esposo, ¡qué no podré decir de él!.... ¨mi mejor amigo...¨. Sé que pasarán los años, yo habré recorrido X número de años sin ellos, pero siempre estarán ahí, en mis recuerdos, en mis añoranzas, en el lugar que ocupan mis afectos más profundos, los míos, únicos e irrepetibles.

Esa compuerta emocional se está cerrando, es inevitable, siempre estarán ahí, pero el tiempo, que es muy sabio, te da las herramientas o te las va presentando, en la medida que las necesitas, para ir curando las heridas, para aceptar las leyes de la vida, para entender que la vida continúa, que el camino sigue, que tenemos una responsabilidad para con nosotros mismos: de caminar, de vivir y de aceptar lo que la vida nos tiene deparado, es así, y no puedo más que aceptar y respirar de nuevo, con madurez, con tranquilidad y con Fe en el mañana, sin tener conciencia cierta de lo que ese mañana traerá a mi vida, pero agradecida de los ángeles que me acompañan, de los que llegarán y también de aquellos que en algún momento, como yo misma lo haré, partirán en ese viaje que todos emprendemos tarde o temprano. Sin embargo, lo más importante de todo es que, ese capítulo lo cerremos con amor y agradecimiento.

Si les dijera que cerrar capítulos de vida es fácil, les mentiría. No lo es, para nada. Sobre todo, cuando esas heridas ocurren en niveles emocionales muy profundos. A veces, es necesario la ayuda de profesionales como Psicólogos o Psiquiatras, para que nos den ese empuje necesario, para escuchen al ¨niño¨, al ädulto¨y al änciano¨que nos habita, aunque les parezca contradictorio o extraño, porque el luto o el duelo se ve de forma diferente, si la parte que nos ha trastocado incluye al niño, que nos habita, aunque nunca aparezca, o si sólo asoma en las rabietas que algunos adultos expresan, que nos dejan atónitos, y extrañados. Pero esas cosas ocurren, que yo lo he visto, que no me lo contaron...

En mi caso, mi alma, lo analiza todo, lo desgrana todo, y eso también es contraproducente... Lo ideal es buscar el equilibrio, y es en esa búsqueda del equilibrio emocional, en donde debemos trabajar cada uno de nosotros. 

Ningún ser humano es igual a otro, somos diversos, únicos e irrepetibles, por ello, nuestras reacciones también lo son, y lo que es bueno para unos, quizás no sea tan productivo para otros. Lo racional es entender y aceptar al otro, su manera de enfrentar los problemas, el cómo y cuándo elabora sus duelos, y si no nos lo piden, estar simplemente ahí... En el momento que haga falta, esas personas, si nos necesitan o si los necesitamos, les dejaremos llegar las señales para que puedan acudir o venir a nuestro auxilio, porque en nuestro fuero interno sabemos, aunque no lo digamos en voz alta, que ustedes o ellos están siempre ahí, esperando el momento oportuno, para prestar su apoyo, su palabra de aliento o su hombro para llorar. 

Cada cosa a su tiempo, el de cada quien, pues nadie es igual, ni se enfrenta por igual a la adversidad, ni siquiera cuando compartimos lazos sanguíneos.

Hoy  sólo me resta darles las gracias, a mis lectores, a mis amigos y amigas, a mi familia, a la gente que quiero, porque han sabido respetar mis tiempos y mi espacio, y eso es realmente importante. Espero a mi vez, que yo también haya respetado el vuestro.

Dios nos bendiga todos y cada uno de nuestros días.

Mireya Pérez


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