A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

lunes, 16 de enero de 2017

Las alas del alma...


Desde siempre me ha maravillado ese poder que tiene nuestro espíritu de lanzarse en pos de los sueños, de las alegrías, de los sueños, de todo lo que nos abarca, o de aquello que suponemos que existe, aunque nunca lo hayamos visto con antelación.

Es la parte mágica de nuestro ser, la imaginación y la ensoñación, que a veces puede trocarse en locura, cuando la mente es frágil o susceptible y otras, gracias a su fortaleza, aguanta los ramalazos del viento y de las borrascas que suelen cruzan nuestro momento o nuestra vida.

Cuando hago un remix de todo lo vivido, siento que a veces mi alma se comporta como un anciano, otras en cambio es casi una adolescente que cruza el charco, salta sobre las piedras y ríe y lanza al viento su descarada sonrisa de ser libre y feliz; otras, a veces, está triste y desolada, y busca ese rincón donde esconderse y acurrucarse, para recomponer los pedazos de cristal de algunos sueños, que se han roto en mil pedazos, pero que sólo son una parte ínfima de su ser. Pues cuando el tiempo así lo estime, volverá a sonreír, a soñar, a bailar, al son de una pieza clásica, de un vals o de un son, que sólo ella conoce e intuye...

Cuando se ha vivido, independientemente de la edad cronológica que tengamos, las vivencias y experiencias recibidas, han ido cincelando nuestro carácter y nuestro ser, dando forma al ser que somos, al alma que nos habita. Adicionalmente a ello tenemos, todo lo que hemos aprendido, y la forma en que nos hemos enfrentado ante la adversidad. Si la vida ha sido plana, casi sin sobresaltos, la persona que se enfrenta ante la adversidad, se revuelve sobre sí misma y lucha, de forma que su propio organismo se revela y aparecen enfermedades, que los médicos asocian a etapas de la vida que hay que ¨perdonar´o estructurar de nuevo.

Pero cuando aceptamos esas vivencias como ¨parte del paquete todo incluido de la vida¨, pareciera que, surgir de las cenizas es más fácil o llevadero o así lo piensan los que nos observan... No saben cuántas lágrimas, ni cuánta pena ha soportado nuestro corazón, ni cómo de repente, en el momento menos esperado, nos ha llegado un rayo de luz, y hemos vuelto a respirar, al principio con temor, luego con alegría y agradecimiento... Estamos ante una nueva oportunidad, la de volver a empezar, desde ese punto de partida, y miramos al horizonte, aunque quizás sin ver apenas, por la neblina del dolor, pero atisbando a lo lejos, alguna tenue figura que indica que hay algo más allá de este momento, que vale la pena vivir y experimentar.

La capacidad del ser humano, de reinventarse y de surgir de sus cenizas emocionales, es inherente a todos y cada uno de los seres humanos, pero es diferente en cada uno de nosotros. Algunos surgen con amargura y tratan de que, los que están a su alrededor sufran parte de lo que ellos han sufrido, y sin embargo hay otros, como es mi caso, en el que sólo queremos llevar parte de esa alegría que nos contiene, que ha perdonado y olvidado y que sólo quiere ver salir el sol y sonreír y respirar, porque hay un nuevo mañana, porque el sol ha entrado por la ventana de mi cuarto y me ha dicho, sin palabras: 

-¨Buenos días amiga, anda levántate que el día empieza¨ ....

Las experiencias de la vida, son eso, pequeñas lecciones que aprendemos, herramientas que necesitamos para desarrollarnos en un futuro que no conocemos, seremos alumnos y maestros, intercambiando papeles, dependiendo del aporte o el significado que tengan, aportarán conocimientos o seremos nosotros los que compartiremos parte de lo aprendido, y será maravilloso!!!.

No cabe el tratar de escabullirse, eso no está contemplado, ni es válido, el destino siempre nos alcanza, por más vueltas que demos o por mucho que tratemos de escondernos, si algo tiene que suceder, llegará en su momento y aprenderemos lo que tenga que enseñarnos, o ayudaremos si nuestro sino en ese momento es tender la mano y apoyar, que también es una parte de la experiencia humana de esa alma que nos habita.

Aunque yo a veces, también me he revelado, hoy con la experiencia de lo vivido, me doy cuenta de que nada ha sucedido porque sí, que cada episodio de mi vida, ha tenido una razón y un por qué, y que sólo debo confiar en que siempre ocurren cosas, porque las necesitamos para crecer, como almas que habitan un cuerpo humano, el mio, no el de otros.

Por tanto, debemos y tenemos la obligación de marcar la diferencia, no porque seamos importantes, no, es que debemos dar el testimonio de nuestra vida y de nuestra experiencia humana, a los nuestros, ya sean hijos, nietos, amigos, conocidos, etc.... No sabemos a ciencia cierta cuál es el camino, lo andamos con pasos cortos y serenos o a zancadas, largas y de prisa, cada quien a su ritmo, a su manera, pero es esa forma en que actuamos la que recordarán, los que nos conocen, cuando ya no estemos aquí...

Como siempre, planto cara y digo: Presente!.

Esta soy, he sido y seré...¿Me quieres?..Bien!....¿No?, pues vale..., esa es también una respuesta, pero yo sigo aquí, haciendo lo que creo que debo hacer, contribuyendo a sacar una sonrisa, a pensar o a meditar, pero consciente de que hay una razón y un por qué, y no me escondo ni me escabullo, eso no está contemplado....

Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros.

Mireya Pérez


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