Hace casi dos años, dí a conocer mi primer libro Mi Hijo Pródigo, Editorial Pinguin Random House, Barcelona España, Abril 2015.
No es sólo un libro, uno cualquiera, no, es una historia que vivimos y sufrimos, cuando un ¨mal día¨descubrimos que nuestro hijo con 18 años, había descubierto las drogas...
Lo peor no fue que él cayera en eso, sino todo lo que trajo como consecuencia y las cicatrices emocionales que produjeron en nuestras vidas. Por último, el perderlo para siempre, sin que las luchas, sacrificios y búsquedas de curación, nos permitieran rescatarlo, no lo logramos, y en mayo, hará cuatro años que lo perdimos para siempre...
Si les digo que eso nos cambió, me quedo corta, para siempre habrá en nuestra memoria colectiva, como familia, como pareja, como hijos... un antes y un después. Hoy, trato de que este mensaje llegue, a donde quiera que pueda ayudar, servir de ejemplo de lo que ¨no se puede hacer y de lo que sí¨...Pero sobre todo, que si ellos quieren, se pueden curar.
Al momento de descubrir su ausencia, y tratar de hallarlo, sin fortuna, una de mis amigas, que es la autora de la foto de la portada, me dijo que lo pusiera en blanco y negro. Ya había empezado a escribir en este blog, y ella me animó a hacerlo.
¿Por qué y para qué? le pregunté... Su respuesta fue tajante:
_ Para ayudar a otros_
Con ese fin, hoy vuelvo a compartirlo. No me mueve un sentido mercantilista, sé de personas que lo han leido gratis, por internet. No importa, lo verdaderamente importante, son las lecciones que se pueden aprender, pues si bien nosotros no supimos detectar a tiempo, ni entender las señales, quizás los lectores, sí puedan hacerlo. Entonces mi alma habrá hecho un cambio y quizás podamos salvar a más de uno, ese es el propósito, no otro.
Como madre les puedo decir que sólo el amor me mueve, su ausencia siempre será una llama que titila en mi alma, pero que no me ha hecho ni rencorosa ni amargada, tengo la certeza de que hice todo lo que pude, y lo sigo haciendo, trato de poner voz a los cientos de padres, madres, esposas, hermanos, amigos y compañeros de las personas que se vuelven adictos, sin importar el tipo de sustancias o bebidas (alcohol), a las que se hayan hecho dependientes. Si en algún momento, ellos reconocen su adicción y deciden curarse, ahí radicará la diferencia y comenzará una nueva etapa, pero esperanzadora.
Una de las cosas a las que hay que hacer frente es a una respuesta que todos dan, sin importar su edad, creencias, razón social o conocimientos; pues desgraciadamente no sólo ataca a niños y adolescentes, también adultos e incluso gente con altos cargos y funciones sociales o no.
Generalmente ellos dicen:
_ Cuando yo quiera puedo dejarlo_
No, eso no basta. Para la desgracia de los que los amamos, esta frase no es de consuelo alguno, ni de esperanza, al contrario, es lapidante!. Ya que una de las cosas que mina su fuerza de voluntad es el mal llamado: Mono o síntoma de abstinencia.
Esta situación no la pueden soportar, a menos que estén internados en algún centro de desintoxicación, o bien estén medicados, con sustancias, que a veces, son peor que la propia droga y bajo asistencia Psicológica o Psiquiátrica. Pero todo intento es mejor a no hacer nada.
Incluso, cuando salgan, siempre estarán expuestos a las recaídas, pues son personas que tienen problemas psicológicos, de diferente índole, que les sirve de excusa para volver a caer. Podría decirles que una de ellas es el creer que no valen nada, la falta de autoestima, es una de las causas más recurrentes que encontrarán en estos casos. No es fácil, lo repito muchas veces en mi libro, pero sé de casos que se han curado, o por lo menos, se mantienen alejados de ellas, han reiniciado sus vidas, y tienen hoy familia e hijos, los conozco de primera mano, y estoy feliz por ellos. Sólo a veces, siento pena por nosotros, pero es lo que fué, nadie es culpable, lo intentamos, pero él no quiso...
Hoy no quería dejar de dar mi testimonio, como madre, como familiar de alguien que sucumbió, pero también como voz de esperanza... Ellos pueden curarse, si un buen día lo reconocen y piden ayuda. No será fácil, pero es un gran paso, y ahí la familia será una gran base de sustentación para ellos.
Dios bendiga a cada uno de nuestros hijos e hijas, a nuestra familia, dondequiera que ellos estén.
Mireya Pérez
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