A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

domingo, 30 de marzo de 2014

Los personajes cobran vida...




Preparando un Taller que debo dar en estos días, he estado viendo varios vídeos en Youtube sobre talleres creativos, y de temas que me fueron interesando cada vez más, así que fui tomando notas, tomando ideas para hacer la presentación con diapositivas.

Y una de las cosas que me llamó la atención, fue sobre cómo definían algunos autores el momento creativo, ese instante mágico, cuando surge la idea, y comienzan a desarrollarla, para algunos decían, que el desenlace del libro estaba en las primeras páginas, oculto a los ojos del lector que leía medio distraído, pero que seguramente en algún momento volvería sobre sus pasos, y volvería a leer el inicio, sin olvidar que algunos están tan intrigados por la trama, que no pueden con el suspenso, y rompen la regla de oro, de no leer el final hasta que llegues al final.

Recordé a una de mis amigas, que dice que no sabe cómo se me ocurren las historias que escribo, y creo, después de haber visto varios vídeos, que a mi me pasa como algunos autores, que son los personajes, los que me cuentan su historia, y me obligan de una forma sutil a veces, y otras hasta en sueños, a escribir sobre ellos, así me pasó con Alma, desde que conocí su historia, su labor, no me dejaba en paz, quería que hablara sobre ella, sobre su misión, y cómo su familia había continuado su gesta, por demás generosa, así, que después de varios meses, escribí sobre ella, usando como siempre hago metáforas, o situaciones, que sin estar literalmente apegadas a la realidad, si tienen mucho de su contexto real, para evitar que alguien pueda descubrir quién era, y perder la esencia de su labor altruista y maravillosa, que hubiera dejado de ser un acto de generosidad, a uno en búsqueda de la notoriedad, y creo que ella no buscaba para nada eso.

Otras veces, la inspiración surge de un tema colgado en la red, y que mueve sentimientos o pensamientos en mí, que me impulsan como un resorte a escribir, a explicarles con palabras de real y medio, los sentimientos y pasiones humanas, las vivencias de un ser humano que ha crecido, evolucionado y que algún día, como todos partirá de este plano que llamamos terrenal, al plano Espiritual del cual partimos hace eones, porque el tiempo es relativo, como lo decía Einstein.

Pensando en todas estas cosas, he reflexionado que la escritura para mí, es un mundo fascinante, que me engulle, que me atrapa, me obliga a indagar, descubrir, pensar, reflexionar, meditar,y luego tratar de poner en palabras, esa serie de ideas aparentemente desordenadas, pero que fluyen a través de mis dedos con vida propia.

Es cierto que si has sido un devorador de libros, como es mi caso, las palabras son viejas amigas, compañeras de muchas noches de insomnio, donde no podías dormir sin terminar el libro que estabas leyendo, porque la intriga te tenía la mente absorbida, eso me pasó más de una vez, con los libros de una de mis autoras preferidas Taylor Caldwell, de la cual tengo más de 20 libros, y algunos los he leído varias veces, entre ellos Melissa, Una tierna y Apacible Victoria, Gloria y Esplendor, Sólo El sabe escuchar, Atlántida,  El Abogado del Diablo, sólo por citarles algunos, pero es que todos, absolutamente todos, son muy buenos. Ella tenía la capacidad de desgranar el alma de sus personajes, a tal punto, que te parecían ciertos y vivos. Su historia personal es fascinante, y si tienen la fortuna de encontrar uno cualquiera de sus libros, les invito a que los ojeen y si les es posible, llévenselo a casa y disfruten, van a aprender muchísimo, y no les va a dejar indiferentes. La Editorial que publicó la mayoría de sus libros es Grijalbo.

Siempre he pensado y es una convicción personal, que los libros son grandes Maestros, y compañeros de viaje, y a veces compañeros de espera en el Dentista, el Médico de Cabecera, cuando cuidas a alguien, cuando vas en el tren y te esperan una o dos horas de viaje, y ahí está el libro, que ahora es tan moderno que puede ir en una tablet, donde tengo entendido que puedes tener almacenados hasta 1500 libros, pero yo soy de las que necesitan acariciar el libro, cerrar las páginas, y hacer como mi abuela paterna, de quien adquirí este maravilloso vicio, que cuando tenía 92 años, y ya no podía leer por su vejez, te pedía que abrieras el arcón donde guardaba sus tesoros, y agarraras uno de sus libros, primorosamente envueltos cada uno en papel blanco y agrupados de cinco en cinco, sostenidos con una cinta de color rosa, y te pedía que le leyeras el título y se lo dieras, y entonces surgía la magia, sus manos largas, acariciaban el libro, lo sostenía contra su mejilla y para mí que en su mente los volvía a leer, a veces una lágrima traicionera bajaba por su mejilla, recordándole quizás alguna trama, o la cruda realidad de no poder disfrutar de ellos como antes. Ella me enseñó a amar la lectura, y mi padre también, me enseñaron a soñar y a contar historias.

Y hoy he reconocido, que en mis manos se encierran muchas historias para compartir, solo necesito el tiempo de vida, porque la inspiración me llega al respirar, con los sonidos, con el aroma de las flores, con la risa de los niños, y a veces a través de una lágrima furtiva que me recuerda que soy humana, y que tengo piel sensible, y aún tengo muchas Nanas que cantar a mis nietos o a los nietos putativos que la vida me quiera dar.

Que Dios los Bendiga y no tengan miedo de soñar.


Mireya Pérez




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