A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

sábado, 29 de marzo de 2014

Sueños de un niño










¿Alguna vez se han puesto a pensar en las cosas que soñaban cuando eran niños?. Y hoy después de tantos años, han analizado si se han cumplido, o si algo casual, fortuito, o lo que fuera, les hizo cambiar de camino, y les han quedado sueños por cumplir?.

Pues hoy les voy a hablar de un niño, que jugaba con todo lo que encontraba a su paso, y que soñaba con construir puentes, que unieran a la gente, que unieran a los ciudadanos de un sitio y de otro, que quería ser Ingeniero de Caminos, y que gracias a su tesón y a su templanza lo logró, lo llamaremos Ángel Miguel, me parece que es un nombre adecuado para él, porque hoy que es un hombre maduro y centrado, su nombre debería traducirse en este que yo le estoy dando hoy.

Ángel Miguel o Miguelito, era un niño como tantos otros, juguetón, travieso, alegre, amigo de sus amigos, le encantaba jugar al fútbol, y cada vez que podía se escapaba a la cancha del colegio y se ponía dale que te pego a la pelota, si hubiera seguido jugando  quizás hoy sería delantero derecho, que era la posición que más le gustaba, pero había que estudiar, y poco a poco fue dejando el fútbol y el tenis por su gran pasión, Los Puentes...

Siendo el quinto de siete hermanos, pues siempre le tocaba compartir su habitación con los tres más pequeños, pero esas camas literas eran su gran mundo, al ser el mayor de los cuatro, se había apoderado de la litera de arriba, y en el techo de su habitación, con sus dedos como pincel, trazaba puentes imaginarios, estructuras inverosímiles, no había forma de que algo lo hiciera cambiar de opinión. Y cuando su madre hablaba con las vecinas, siempre comentaba los sueños de su hermosa prole: desde médicos,abogados, diseñadoras, maestra y bomberos, resaltaba Miguelito que quería construir puentes. Y decía con orgullo de madre:

-Miguel no se da cuenta, pero cuando cree que ya todos estamos dormidos, me asomo a su cuarto y lo veo dibujando en el techo sus sueños, y rezo a la Virgen para que Dios le de las oportunidades y pueda cumplirlos.

Y los años fueron pasando, y Miguel se hizo mozuelo, y algunas chicas lo miraban, porque apuntaba maneras, parecía que aquel chico larguirucho y flaco, se iba poniendo guapo, y él era tímido, todavía lo de las chicas, lo tenía un poco apartado, no es que no le gustaran, pero es que hablaban mucho y a veces se reían y él no las entendía, lo suyo eran las matemáticas, la física y los puentes...

Un día llegó uno de los más decisivos en su vida, la prueba de selección para las Universidades, él lo tenía muy claro, quería ser ingeniero y sus notas lo acreditaban, se presentaban más de 8000 jóvenes de todo el país, para optar a las diferentes plazas de estudio y carreras y él era uno de ellos, se había preparado con determinación y esfuerzo, todos en casa rezaban y confiaban en él, sus hermanos mayores( dos chicas y dos chicos), ya estaban estudiando en la Universidad, cada uno en su campo, pero él tenía ahora que hacer lo suyo, y si salía bien, tendría que ser el primero en abandonar el nido, pues su carrera no la había en la Universidad de su ciudad natal, y tendría que ir a otra región a estudiar, pero no tenía miedo, tenía apenas 17 años, pero sus padres le habían dado muy buenos ejemplos de vida y sobre todo buenos consejos, y él tenía sus metas muy claras. Así que se presentó y aprobó la selectividad con matrícula de honor, lo que le hacía acreedor a una beca de estudios, fantástico!.

En septiembre de ese año con su pequeña maleta de viaje, algunos libros y un mar de ilusiones, se en rumbó hacia Galicia a estudiar y cumplir su sueño, y durante cinco años, salvo las fiestas familiares, navidades y las vacaciones, Miguel se dedicaría a estudiar con afán, y en los ratos libres, trabajaba de camarero en una fonda rural, con lo que podía así completar sus gastos, y no ser una carga para sus padres.

Pasó el tiempo, y estando ya en el último año de la carrera, se fijó en una chica menuda y de grandes ojos negros, con su cabello oscuro, y de piel muy blanca, que al cruzarse sus miradas, se sonrojaba hasta la raíz de sus cabellos, y azarosa volteaba la mirada, y el sonreía para sus adentros, le gustaba la chica, la cosa era como abordarla y saludarla, pero sus amigos se lo pusieron fácil, y en una noche de tapas en grupete, la coincidencia hizo que Miguel y Rosa Mary se conocieran por fin, y fue un flechazo a primera vista, ella se sonrojó al estrechar su mano, y él sintió como las tibias manos de ella, temblaban, y le gustó mucho más aquella chica tan especial. De ahí en adelante se hicieron amigos, él buscaba cualquier ocasión para salir con ella, estudiar en la biblioteca, pasear, ir a misa, lo que fuera, y poco a poco surgió el amor, y como en todas las historias, terminaron casándose en una ermita con la alegría de todos los amigos y familiares, por supuesto no faltaron las lágrimas, pero sobraron las flores y los granos de arroz que entre los amigos se habían propuesto tirarles al salir de la iglesia.

No hubo novios más felices, ni pareja más enamorada, cuando Miguel consiguió trabajo en una empresa de Ingeniería muy famosa, se fueron hacia Madrid con los sueños y la tristeza del que deja atrás lo más querido, pero seguros en sí mismos y en su amor.

Los años pasarían, vendrían los hijos, dos chicos, muy parecidos a su padre en lo tercos y empecinados y cariñosos y atentos como su madre. Hoy Miguel cumple 65 años y Rosa Mary, le ha preparado una fiesta sorpresa, ha logrado reunir por las redes sociales a todos sus amigos, y en un restaurante de la localidad, le tiene preparado el agasajo de su vida, y sueña con el momento en que él cruce la puerta creyendo que se va a encontrar con los hijos y los nietos y su Rosa de su alma, pero también se va a encontrar con todas esas personas que a lo largo de su vida ha ido tocando con su corazón, el corazón de un hombre bueno, el mejor amigo que alguien puede tener, el mejor jefe para aprender, y el padre amoroso y compañero fiel para toda la vida.

Vivan Miguel y Rosa Mary, que Dios los Bendiga y gracias por dejarnos asomar un ratito a la ventana de sus vidas.


Mireya Pérez.





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