A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

martes, 8 de abril de 2014

En la piel del otro...

                         Nuestro hermoso Reloj de Flores de primavera en 
el Parque García Sanabria 
En Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias España

A través de la vida, de la educación y de la formación cristiana que hemos recibido, siempre se nos ha dicho, sin cesar incluso, que antes de obrar de una manera determinada, debemos ponernos en el lugar del otro, un poco porque no debemos juzgar sin saber todas las partes de la verdad, y por otro lado, porque la verdad no es nunca tajante, ni una sola, incluso no es inamovible.

En estos momentos, no vamos a hablar de verdades teológicas, esas se las dejo a los especialistas,les voy a hablar de algo tan común, como tratar de ponernos en los zapatos de otra persona, de alguien que sufre una pérdida personal, una enfermedad o una ausencia.Cuando vamos a un sepelio, solemos decir; - le acompaño en sus sentimientos- o en el mejor de los casos- mi más sentido pésame-.

Y salvo los que ya hemos pasado por ese trance tan duro, la mayoría de las personas, no lo han pasado, y eso no quiere decir que sus sentimientos sean falsos, sólo  que para el doliente le suenan a vacío, está tan inmerso en su propia congoja, que cree que sólo a él o a ella le ha pasado algo tan drástico, tan duro o tan insoportable. 

El duelo, que después tendrá que recorrer paso a paso, le irá mostrando las distintas caras y etapas de eso que llamamos duelo. 

Y déjenme que les diga algo, se deben pasar todas y cada una de ellas, porque si por una u otra razón, no las cumplimos, quedarán marcadas en nuestra psique y no podremos superarlo, y seremos siempre la persona que apenas oye el nombre del pariente ausente, se derrama en lágrimas, así hayan pasado 40 años. ¿Por qué lo sé?, porque yo lo viví.

Cuando tenía quince años, mi padre falleció de una cruel enfermedad, y mi madre que se había quedado viuda con dos niños pequeños, no me permitía llorar, porque si no ella se iba a morir de tristeza, y que mi hermanito necesitaba que las dos fuéramos fuertes, yo tenía quince años y él solo once años.

Crecí sin poder nunca desahogarme, y a la sola mención de mi padre, el alma se me encogía, y el nudo en la garganta no me dejaba hablar, a la gente le parecía extraño, pero trataban de quitarle hierro a la conversación, y así fueron pasando los años, hasta que un día una de mis buenas amigas me habló de un libro: El Camino de Las Lágrimas de Jorge Bucay, que se los recomiendo con todo el alma, este libro me ayudó a entender, a superar y a prepararme, porque no trata solo sobre las lágrimas que derramamos cuando se nos va alguien a quien amamos, sino también, cuando nos separamos por un divorcio, porque nos vamos a otra ciudad o país y dejamos a los amigos/as de toda la vida, o porque cambiamos de empleo, de colegio, etc. 

Jorge Bucay dice que toda separación física conlleva un tipo de duelo que nos paraliza, y que debemos pasar por las etapas que describe en su libro para poder superarnos a nosotros mismos y volver a empezar.

Les voy a copiar unas reflexiones que hice sobre estas etapas,y si el libro, por esas casualidades de la vida, se les atraviesa en la librería, comprenlo, pídanlo prestado en la biblioteca pública y léanlo, les prometo que no les va a dejar indiferentes.

Reflexiones sobre El Camino de Las Lágrimas:

En la vida de todos y cada uno de nosotros se presentan, a lo largo de nuestra vida, diferentes tipos de caminos que debemos transitar para llegar a alguna parte o para lograr lo que nos hemos propuesto. Podríamos decir que algunos caminos tienen en común algunos preceptos como:

1.No se pueden esquivar.
2.Hay que recorrerlos si uno pretende seguir
3.Aprenderemos lo que es imprescindible para llegar al último tramo del camino.
Esto nos lleva  a los Cuatro caminos inevitables e ineludibles de nuestra vida:
El camino de la Auto dependencia, es el camino de la aceptación definitiva de la responsabilidad que tenemos ante nuestra propia vida.
El camino del Encuentro, es el camino del descubrimiento del otro, del amor y del sexo.
El camino de las Lágrimas, es el camino de las pérdidas y de los duelos.
El camino de la Felicidad, es el camino donde alcanzamos nuestra plenitud y de la búsqueda del sentido o razón de ser de nuestra existencia.

Debemos saber y aceptar  que es irremediable que…….

•Por mucho que nos quiera nuestra madre va a dejarnos y nosotros a ella;
•Que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros;
•Que aquello que nos duele no siempre puede ser remediado con besos;
•Que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio y lo bueno mezclado con lo malo;,
•Que tu padre o tu madre no se casarán contigo, ni aunque consiguieras ser como su familia esperaba que fueras, y muy probablemente ni siquiera aprueben a la persona que escogiste para reemplazarlos en tu corazón;
•Que algunas de nuestras elecciones están limitadas por nuestra anatomía;
•Que existen defectos y conflictos en todas las relaciones humanas;
•Que los deseos de las personas que amamos, no siempre coinciden con los nuestros y a veces  ni siquiera son compatibles con ellos;
•Que no importa cuán astutos y cuidadosos seamos, a veces nos toca perder;
•Que nuestra condición en este mundo es inexorablemente pasajera

Y la más difícil de todas es que somos incapaces de poder ofrecer a nuestros seres queridos la protección que quisiéramos contra todo peligro, contra cualquier dolor, contra las frustraciones, contra el tiempo perdido, contra la vejez y contra la muerte.

Estas pérdidas forman parte de nuestra vida, son constantes universales e insoslayables. Las llamamos pérdidas necesarias porque crecemos a través de ellas. De hecho somos quienes somos  gracias a todo lo perdido y a cómo nos hemos conducido frente  a estas pérdidas.

Compartamos este cuento:
Martín  había vivido gran parte de su vida con intensidad y gozo.
De alguna manera su intuición lo había guiado cuando su inteligencia fallaba en mostrarle el mejor camino.
Casi todo el tiempo se sentía en paz y feliz; ensombrecía su ánimo , algunas veces, esa sensación de estar
 demasiado en función de si mismo.
El había aprendido a hacerse cargo de sí  y se amaba lo suficiente como para intentar procurarse las mejores cosas. Sabía que hacía todo lo posible para cuidarse de no dañar a los demás, especialmente a aquellos de sus afectos. Quizás por eso dolían tanto los señalamientos injustos, la envidia de los otros o las acusaciones de egoísta que recogía demasiado frecuentemente de boca de extraños y conocidos.
¿Alcanzaba para darle significado a su vida la búsqueda de su propio placer?
¿Soportaba el mismo definirse como un hedonista centrando su existencia en su satisfacción individual?
¿Cómo armonizar esos sentimientos  de goce personal con sus concepciones éticas, con sus creencias religiosas, con todo lo que había aprendido de sus mayores?
¿ Qué sentido tenía una vida que sólo se significaba a sí misma? Ese día, más que otros, esos pensamientos lo abrumaron. Quizás debía irse. Partir. Dejarlo que tenía en manos de los otro. Repartir lo cosechado y dejarlo de legado para, aunque sea en ausencia, ser en los demás un buen recuerdo.
En otro país, en otro pueblo, en otro lugar, con otra gente, podría empezar de nuevo. Un a vida diferente, una vida de servicio a los demás, una vida solidaria.
Debía tomarse el tiempo de  reflexionar sobre su presente y sobre su futuro.
Martín puso unas pocas cosas en su mochila y partió en dirección al monte.
Le habían contado del silencio de la cima y de cómo la vista del valle fértil ayudaba a poner en orden los pensamientos de quien hasta allí llegaba.
En el punto más alto del monte giró para mirar su ciudad quizás por última vez.
Atardecía y el poblado se veía hermoso desde allí.  
-Por un peso te alquilo el catalejo 
- Era la voz de un viejo que apareció desde la nada con un pequeño telescopio plegable entre sus manos y que ahora le ofrecía con una mano mientras con la otra tendida hacia arriba reclamaba su moneda.
Martín encontró en su bolsillo la moneda buscada y se la dio  al viejo que, desplegó el catalejo y se lo alcanzó.
Después de mirar un rato consiguió ubicar su barrio, la plaza y hasta la escuela frente a ella.
Algo le llamó la atención. Un punto dorado brillaba intensamente en el patio del antiguo edificio.
Martín separó sus ojos del lente, parpadeó algunas veces y volvió a mirar. El punto dorado seguía allí.
-Qué raro- exclamó Martín sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.
--¿Que es lo raro?- preguntó el viejo
--El punto brillante- dijo Martín- ahí en el patio de la escuela-siguió, alcanzándole al viejo el telescopio para que viera lo que él veía.
-- Son huellas-dijo el anciano
-¿Qué huellas? Preguntó Martín.
-- Te acuerdas de aquel día… debías tener siete años; tu amigo de la infancia, Javier, lloraba desconsolado en ese patio de la escuela. Su madre le había dado unas monedas para comprar un lápiz para el primer día de clases. El había perdido el dinero y lloraba a mares- contestó el viejo- Y después de una pausa siguió- ¿ Te acuerdas de lo que hiciste? Tenías un lápiz nuevecito que estrenarías ese día. Te arrimaste al portón de entrada y cortaste el lápiz en dos partes iguales, sacaste punta a la mitad cortada y le diste el nuevo lápiz a Javier.
-- No me acordaba- dijo Martín- pero eso ¿Qué tiene que ver con el punto brillante?
--Javier nunca olvidó ese gesto y ese recuerdo se volvió importante en su vida.
-¿y?
--Hay acciones en la vida de uno que dejan huellas en la vida de otros- explicó el viejo-, las acciones que contribuyen al desarrollo de los demás quedan marcadas como huellas doradas…
-Volvió a mirar por el catalejo y vio otro punto brillante en la vereda a la salida del colegio.
--Ese es el día que saliste a defender a Pancho, ¿te acuerdas? Volviste a casa con un ojo morado y un bolsillo del guardapolvo arrancado.
-Martín miraba la ciudad
--Ese que está en el centro-siguió el viejo- es el trabajo que le conseguiste a don Pedro cuando lo despidieron de la fábrica… y el otro, el de la derecha, es la huella de aquella vez que juntaste el dinero que hacía falta para la operación del hijo de Ramírez…; las huellas esas que salen a la izquierda son de cuando volcaste del viaje porque la madre de tu amigo Juan había muerto y quisiste estar con él.
-Apartó la vista del telescopio y sin necesidad de él empezó a ver cómo miles de puntos dorados aparecían desparramados por toda la ciudad.
-Al terminar de ocultarse el sol, todo el pueblo parecía iluminado por sus huellas doradas.
-Martín sintió que podía regresar sereno a su casa.
-Su vida comenzaba de nuevo desde un lugar distinto.


Feliz día y que Dios los Bendiga


Mireya Pérez



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