Hoy escribí en Facebook que era y soy una guerrera de mil batallas, y analizando en frío después de escribirlas, me doy cuenta de que así ha sido casi el 90 % de mi vida. La primera batalla, fue nacer, porque mi madre que tenía una hija mayor con parálisis cerebral, tenía miedo de tener un nuevo hijo, e hizo todo lo que le aconsejaron en aquella época para abortar, desde tirarse por las escaleras de la casa, montarse en lo alto del armario y lanzarse al suelo, tomar agua de perejil, y cuantas cosas más, hasta que ya entrando en el quinto mes de embarazo el médico que la controlaba, le dijo- señora, déjese ya de tonterías, este bebe viene aferrado a la vida, y quizás al final será usted la que se mate, pero el bebe la sobreviva- y dejó de hacer tonterías, y nací yo, una gordita de casi 5 Kg. y 55 cm de largo.
Después ha habido muchas situaciones en las cuales he tenido que luchar, batallas cortas, escaramuzas, y hoy en día batallando al lado de mi general, de frente ante una guerra que no te da tregua, que cuando crees que ya la tienes dominada, te da un respiro, y regresa con mayor fuerza, y apoyada en la Fe, con el corazón puesto en lucha constante, pero siempre lista, sin perder la sonrisa, sin perder la buena cara, sin contaminarme con falsas esperanzas, con los pies en el suelo, aunque a veces se me doblen los tobillos, porque mi bota ha pisado en algún adoquín que no estaba muy fijo que digamos, y a la vez oteando en el horizonte a ver si llega el bien amado, el que está ausente hace ya mucho tiempo, y que tu corazón de madre se niega a perder del todo la esperanza del re encuentro.
Cuando era joven, la naturaleza de mis batallas eran diferentes, por tonto que parezca mi mayor lucha era demostrar que detrás de una determinada apariencia física, existía una mujer inteligente, preparada y con muchas cosas que aportar, la lucha fue tenaz, incluso entre personas de mi propio género, que sin estar en mis zapatos, envidiaban mis pisadas, ¡ qué desperdicio de energía tan grande hicieron!. Yo no le deseo a nadie que tenga que pasar ni cinco minutos de lo que yo he tenido que resolver, solucionar, aguantar, soportar y siempre con la mejor de las sonrisas...
Suelo decir que en el curso de Cuaimas, yo sólo llegué al 3er. .nivel, y que no pude completarlo, a mi esposo no le hubiera gustado que yo me hubiera convertido en una modelo de ese tipo, pero a las mujeres que les llaman cuaimas, las he visto siempre como más poderosas, las que no se dejaban pisar por nadie ni por nada, y hoy en día son mujeres con brillantes carreras, dueñas de empresas, exitosas, aunque se que no fue fácil, pues yo las conozco en su fuero interno, y se que, aunque por fuera parezcan unas fieras que se comen el mundo, en cada desayuno, por dentro son seres humanos maravillosos, madres excelentes, pero exigentes, y que si han tenido suerte, es porque se la han trabajado muy duro, nadie les ha regalado nada.
Capítulo aparte, son las enfermedades, propias y ajenas, que te quitan energía, y que te exigen lo máximo de ti, en cada etapa, la oración, ha sido y es gran compañera, en cada recodo, si no tengo el rosario pequeño en mi bolso, utilizo mis dedos para rezarlo, mientras estoy esperando la cita del médico, cuando voy en el tranvía o en la gua gua, rezar me da paz, y me brinda serenidad, se que, lo que yo dentro de mi naturaleza humana, no puedo, ni tengo la capacidad física o moral, para solucionar , el que está allá arriba si la tiene y en esa fe y a esa fe, me aferro con garras y uñas, aunque haya personas excepticas, que se burlan incluso de mis creencias, la fe me mantiene centrada, hay lujos que no me puedo dar, no son materiales, que tampoco me llaman la atención, me refiero al lujo de dejarme caer, de abandonar la lucha, o de darme por vencida, eso no me lo puedo permitir, por ello, soy una mujer de mil batallas
Si alguna vez alguien fuera a escribir un epitafio en mi nombre, tendría que poner que fui una guerrera de mil batallas. He ganado algunas, otras no, pero sigo en pie, con mis hermosas cicatrices de mujer luchadora, a veces decaída, otras dinámica, pero siempre con Fe, y con la mirada hacia adelante, pues el ayer, aunque fuerte, ya pasó, y mañana no existe, solo tenemos el hoy, este instante, así que ánimo valientes a la batalla, para ganar cada una su propia guerra personal.
Dios nos Bendiga y nos proteja.
Mireya Pérez
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