A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

lunes, 14 de abril de 2014

No todo es dolor...




Comienzo hoy con un poema de Marta Bujó, que aparece en el libro El Camino de Las Lágrimas de Jorge Bucay, Editorial Sudamericana, Barcelona 2010. Y dice así...

Siempre hay más, mucho más que dolor en un duelo.
Hay por ejemplo cierto orgullo de llegar adonde nunca había estado.
Donde nunca pensé que llegaría a estar.
Hay en el acto de dejar atrás un poco de salir al encuentro.
Hay oculto en cada adiós un silencioso bienvenido.
Las despedidas son más un tema de la vida que de la muerte.
Porque en última instancia y desde el principio
nuestra historia y la de todos
es tan solo una mezcla extraña de finales y principios.

Y lo sé porque otros que vinieron  me contaron,
porque otros que sufrieron primero crecieron después desde el dolor.
Muertes que parieron nuevas vidas,
pérdidas que condujeron a encuentros
y ausencias presentes que llenaron vidas vacías 
librándolas del martirio de presencias ausentes.

Es por eso que sé, que avanzo y que no estoy sola,
que camino día y noche acompañada por muchos otros.
Otros que dejaron su marca en el sendero
y que encontraron solamente caminando
el sentido verdadero del camino recorrido. 


Cuando atravesamos por distintas etapas de nuestra vida en la que tenemos que decir adiós o hasta luego, sin que por necesidad deba haber una separación definitiva,como lo es el traspaso de un plano físico, la vida, a uno espiritual, la muerte física. 

Decir que estamos preparados, es una falacia, es una fantasía elaborada por nuestra mente, que lucha frenéticamente contra la verdad absoluta para la cual no nos hemos preparado nunca, y para la cual sólo tenemos: al miedo, al pánico, al dolor, a la tristeza, a la incertidumbre, a la melancolía, y a tantas y tantas palabras que significan en conjunto lo mismo, la desolación del alma.

Porque si la separación es física, y la persona o el lugar del cual vamos a separarnos, quizás. para no volver a verlo jamás,el miedo, fiel compañero, nos dice en ese momento que no lo vamos a superar, pero la certeza que es una compañera siempre lista y siempre dispuesta, nos dice, dale tiempo al tiempo, que todo pasa,y todo llega a su justo lugar, no desesperes, atesora los recuerdos, que forman parte de tu equipaje de la vida, y es cierto, que al pasar el tiempo, nos acostumbramos, añoramos, pero con un dolor suave, que no mata, pero que te dice que todavía hay mucha vida por delante...


Pero el dolor, o el miedo al dolor, que sobrevendrá cuando llegue la hora, es quizás la culpable de los ataques de pánico, paraliza la mente, la mirada se extravía, fija más allá del horizonte, y sólo alguien que te conoce bien, nota la diferencia, los demás, gente más superficial, solo dicen que estás haciendo teatro, ¡pobres almas que no saben del dolor!, ¡que no saben de la angustia!, ¡del miedo al momento decisivo!, para el cual nadie nos prepara, no para nuestra propia partida, no, sino para la del otro, para el amigo, la amiga, el padre, la madre, el compañero de la vida,o la compañera de la vida, para la partida del hijo amado o de la hija amada, que más nunca besarás, que nunca más estrecharás en tus brazos, y que intuyes se quedarán vacíos. Nunca nos han preparado para esa ausencia..., en mis cuentos de niña, siempre al final los personajes vivían felices y comían perdices, o colorín colorao, este cuento se ha acabado....


Pero como dice el título de este artículo, no todo es dolor, con el tiempo, las heridas se van sanando, y los recuerdos bonitos, los momentos felices que quedaron grabados en nuestra alma, sustituyen poco a poco a esa profunda desolación, y la llegada de nuevos miembros a la familia, los nietos, nuevas amistades, nuevos retos profesionales o personales, irán llenando poco a poco las horas que al principio serán eternas, solo en la noche al cerrar la puerta de la habitación, frente a frente a la soledad, le dirás: ¨gracias por todo lo bueno y ojalá desde el Cielo disfrutes las cosas que ahora están sucediendo en nuestras vidas, también son parte tuya, aunque no estés aquí. Te quiero, te extraño, pero se que ahora estás mejor donde partiste, porque ya no hay sufrimiento, solo una inmensa y Gloriosa Paz¨.... 




Que Dios los Bendiga



Mireya Pérez





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