A los compañeros del tren especial que es nuestra vida

viernes, 1 de noviembre de 2013

El Aprendizaje del Discípulo






Primer capítulo del Libro del Jardín del Amado de Robert, E. Way.Doubleday and Company.Nueva York 1974.

Trabajaba el Amante en el Jardín que el Amado le había confiado. A su alrededor resplandecía el Jardín con la Gloria de sus colores y los múltiples perfumes alzábanse como el incienso. Pues el Amante había plantado en el jardín toda clase de flores y yerbas fragantes y toda planta graciosa a la vista o benéfica para los hombres. Todo lo había plantado para placer del Amado, y cuidaba lo por el amor que hacia El sentía, y mientras trabajaba entonaba las palabras que Salomón cantaba en su jardín:
 
!Despierta, oh viento del Norte, y ven, tú, el del Sur!
Soplad sobre mi jardín hasta que broten sus especies
Dejad que mi Amado entre en su jardín
y pruebe las delicias de sus frutos
 
Mientras así cantaba y trabajaba, entró en el Jardín un joven ricamente vestido y de cuyo cinto colgaba un estoque dorado y cuajado de piedras preciosas; sin embargo mostraba en su bello rostro una expresión triste y de gran nostalgia. Se acercó al Amante, que sólo vestía su áspera túnica de jardinero, e inclinándose humildemente delante de él le dijo:
 
- Señor, he oído decir que eres un maestro en el arte del Amor, y deseo, sobre todas las cosas, llegar a serlo yo también. Me pregunto si, por caridad, tomarías de aprendiz a uno tan ignorante e inexperto como yo. De buen grado te pagaría lo que me pidieses por aceptarme, pues soy rico en la manera en que los hombres entienden por riqueza.
 
El Amante cesó de cavar y miró larga y detenidamente al joven, y después, porque le agradó cuanto en él había visto, le contestó:
 
- Forastero, nada deseo para mí si llegaras a ser mi aprendiz, pues sobrada recompensa recibo al realizar cualquier labor que agrade al Amado hacer que otros le amen aún más. Pero es tal alto el precio que al Amado tendrías que pagar, que casi todos los que buscan ponerse a su servicio se espantan al conocerlo.
 
-Entonces_ replicó el forastero_ te ruego que me digas cuál es este gran premio, porque es tanto lo que deseo aprender a amar, que por muy alto que sea de buena gana lo pagaré.
-El precio_ contestó el Amante_ es nada menos que esto: que entregues todo lo que poseas hasta que nada quede que puedas llamar tuyo, y que cuanto retengas sea por bien del Amado, porque si algo te guardas para ti, nunca llegarás a conocer de verdad el amor del Amado. No significa esto que El te amará menos, porque ya te ama plenamente, sino que tu percepción se verá de tal manera nublada por lo que poseas que jamás podrás ver el amor del Amado.
 
-Y si yo pago este gran precio_preguntó el forastero_ dime, te lo ruego, ¿Qué ganaré?
 
Contestó el Amante:
- Cuando con mucho trabajo hayas aprendido todos los misterios del arte de Amar, y después de mucho padecer, conocerás finalmente el amor del Amado.
 
El forastero, cuya alma tanto deseaba el amor del Amado, pagó entonces con alegría el precio que se le pedía, se despojó de las ricas vestiduras que llevaba y que los hombres llaman Conocimiento y Orgullo y se puso el áspero hábito del jardinero, el de la Humildad, similar al que llevaba el Amante, y arrojó lejos de sí el estoque enjoyado que colgaba de su cinto y que los hombres llaman Ciencia y cogió en su lugar la pala del jardinero cuyo nombre es Búsqueda.
 
Mientras así hacía pareció que el día, hasta entonces gris y nublado, hacíase de pronto glorioso y resplandeciente como si el sol hubiese en un instante apartado las nubes.
 
Así el Amante acogió al forastero como su discípulo y ambos pusiéronse a trabajar en el Jardín para hacerlo bello a los ojos del Amado.
 
 
 
 
 
He escogido para cerra este capítulo de hoy, la película El Cambio del Dr. Wayne Dyer, espero que les guste y les llene como a mí.
Que Dios los Bendiga!
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario