(Foto de Oscar Fonseca)
El título no es de mi invención,le pertenece a una mujer, escritora de origen Irlandés, que desde muy niña, se trasladó a los EEUU con sus padres, ahí desarrolló su basta bibliografía, he de confesar que es una de mis escritoras favoritas, lastimosamente murió ya hace casi 20 años,pero dejó un legado inolvidable, por lo menos para mí, su nombre Taylor Caldwell.
Hoy voy a copiarle un pasaje de este libro, que he leído varias veces en mi vida, y que posiblemente volveré a leer muchas veces más, sus tapas están ajadas por los años, pero su contenido es maravilloso, hoy abriré al azar sus páginas y dejaré que sea ella quien les hable a través de sus escritos.
Libro Solo El Sabe Escuchar, Editorial Grijalbo, 1985.
Ella dedica este libro con toda veneración a la Bendita Madre del Hombre que sabe Escuchar.
Una breve introducción:
Muchos años, han pasado desde que el viejo John Godfrey, el abogado misterioso, construyera su santuario en una gran ciudad, para los desesperados, los dolientes, los incrédulos, los cínicos, los derrotados, los agonizantes y afligidos, los traidores, los agotados por su carga, los viejos, los jóvenes y los perdidos.
Aquí, en el santuario, espera el hombre que escucha, que espera y escucha constantemente, pacientemente, las angustiosas historias que van a relatarle en el silencioso ambiente de azul y mármol. No hay experiencia que no haya escuchado ya. No hay dolor con el que no esté familiarizado. No hay crimen contra Dios o contra el hombre que no haya sido visto con sus propios ojos. Ha oído las blasfemias de los que se sienten satisfechos de si mismos. Ha oído el llanto de todos los padres, de todos los hijos. Ha escuchado todas las plegarias y todas las excusas. Las experiencias de todos los hombres son suyas. Nada el turba, excepto el odio y la violencia. pero los conoce también.
No se halla confinado en el santuario construido por el devoto John Godfrey hace tantos años... Puede hallársele en cualquier lugar del mundo....si se le busca, si se desean sus consejos. Nunca se apartará de ningún hombre, por depravado que éste sea. No hay nadie que pueda decir que ha sido rechazado por él. Su paciencia jamás se agota, su amor nunca se consume. El escucha a todos, pues dispone de todo el tiempo del mundo.
El santuario espera a todos, pero especialmente a los que jamás han buscado al hombre que escucha en otro lugar. Se alza en medio de varias hectáreas de terreno de hermosos jardines, como un parque en el corazón de la ciudad, rodeado de casas de apartamentos, teatros, tiendas, edificios comerciales. es un sencillo edificio de mármol que solo tiene dos habitaciones: una sala de espera y otra en la que nos aguarda el oyente. Nada se ha añadido a través de los años, a no ser una simple placa de mármol blanco en la pared de la sala de espera: ¨Todo lo puedo en Aquel que me conforta¨y una o dos fuentes en el césped.
Aquí vienen las ovejas cuyos pastores no han conseguido hallar, o aquellas que no tienen fe en sus pastores o que jamás los han conocido. A veces los pastores vienen también para aprender lo que han olvidado. Algunos acuden al hombre encolerizados, disgustados, ultrajados, acusándole de medievalismo. Otros llegan llenos de desprecio, dispuestos a rechazarle, exclamando que ésta es una época¨ilustrada¨y moderna, y que no hay necesidad de un hombre que escuche... a excepción del psiquiatra. otros llegan seguros de que el hombre del santuario es un clérigo, un doctor, un asistente social, un profesor o simplemente alguien dispuesto a escuchar a los demás....tan ocupado se halla hablando de sí mismo y lanzando sólo incoherencias, temas sin importancia, teorías y blasfemias sin fin, y todo el cúmulo de violentas y sangrientas trivialidades que no pueden satisfacer al alma.
Algunos en fin acuden con absoluta incredulidad, y con la misma incredulidad se van.
Pero casi todos, cuando hablan al hombre, encuentran respuesta a su angustia y desesperación, a sus pecados y sufrimientos. El mundo jamás les dio una respuesta, ni en sus escuela, ni con sus placeres,ni en la riqueza, ni en las pequeñas satisfacciones pues el mundo carece de respuesta para la necesidad más terrible del espíritu humano: alguien que escuche. Alguien que se sienta realmente interesado, realmente compasivo, auténticamente amoroso, auténticamente fiel, auténticamente comprensivo.
A pesar de lo mucho que se habla de ämor¨en el mundo actual, permanece el hecho de que jamás ha carecido tanto el mundo de amor, este mundo duro de corazón, asesino, cruel, egoísta, despectivo e indiferente. Jamás tantos han sido traicionados como son traicionados ahora. Jamás tantos se han sentido perdidos como ahora se sienten.Jamás el corazón del hombre ha carecido tanto de Fe como el corazón del hombre moderno, aparte toda esa charlatanería de ¨involucración¨y ¨preocupación¨por la humanidad. Jamás la muerte ha amenazado a tantos, y nunca la libertad ha sido tan escasa; no nunca en toda la terrible historia de la humanidad. Ya no nos molestan las masacres, ni escuchamos al hombre que nos pide ayuda en nuestra propia puerta. Nos asilamos de todo ello, mientras los cielos siguen oscureciéndose y se aproxima el Apocalipsis. Estamos muy ocupados...con nada. Hablamos... de nada. Nuestro vecino,nuestro hermano, nos suplica ayuda a gritos, y eso no nos preocupa. peor aún,ni siquiera les oímos, enfrascados en nuestra vida tan ocupada, tan vulgar y tan trivial. Es más, ni siquiera nos escuchamos a nosotros mismos; jamás nos damos plena cuenta de todo lo que decimos a lo largo de nuestra vida.
El odio, no el amor, invade el espíritu de la humanidad hoy en día. El triunfo de la maldad está casi consumado en un mundo que desprecia el bien a cambio de las ¨verdades científicas¨ de hoy, que son los errores científicos del mañana. El relativismo ha reemplazado a la eterna y absoluta verdad. a nuestros niños, en nuestras escuelas, no se les enseña reverencia, Fe, obligaciones, responsabilidades, orgullo y conciencia de sus realizaciones y respeto a la autoridad y a sus mayores.Y no se les enseñan esas cosas porque sus mismos padres no lo desean. Así ocurrió ayer, y por eso tenemos hoy una generación joven que jamás aprendió el dominio propio, la buena voluntad, la paz verdadera, la serenidad, la fidelidad y la virtud. Estos jóvenes son los auténticamente perdidos. Solo el hombre que escucha puede rescatarlos ahora. ¿Quién los llevará a él?. estos son los pobres en verdad, aunque no pidan pan, ni refugio ni consuelo. Le hemos dado amor, pero no el auténtico amor. Les hemos dado ¨slogans¨y palabrería estúpida, pero no la palabra viva. les hemos abandonado en su desolación y por eso son violentos y sin Dios, sin respeto por sí mismos, ni por su país, ni por sus vecinos.
Pero el hombre sigue esperando. Para escuchar, para amonestar, para enseñar, para amar, para aconsejar.
Y te espera también a ti. ¿ Te contestará cuando le llames a gritos? Jamás ha fallado. Sólo exige una cosa que escuches también.
Este libro pretende, y con toda deliberación, enfurecer a muchos. pero la autora confía en que esa cólera les induzca a escuchar también o al menos a inspirar ese pensamiento, antes de que sea demasiado tarde.
Firmado Taylor Caldwell 1966.
Alma quinta
El Muchacho
¨cíñete los lomos y respóndeme¨
Job, 38:3
Entró corriendo alegremente en la sala de espera caminando con su habitual insolencia juvenil, esperando que todos los ojos se volvieran a él con indulgencia, y sobre todo los de las mujeres, con aprecio. Pero nadie pareció darse cuenta de que había entrado. Su sonrisa se desvaneció e hizo una mueca. Lo que él había sospechado: viejas aburridas y viejos decrépitos, excepto aquella joven, al fondo, con el elegante traje de verano. Se sentó junto a ella, dispuesta la sonrisa, humedeciéndose los brillantes dientes de los que se sentía tan orgulloso. La muchacha ni le miró - y no es que no le hiciera caso deliberadamente, pensó con asombro. Es que, sencillamente, nadie se preocupó de volver la cabeza en su dirección. Miró a las mujeres y pensó: ¨Asquerosas¨. Miró a los hombres y pensó ¨Cerdos¨. Varias muchachas le habían dicho que él tenía magnetismo, que atraía inmediatamente la atención. Si eso era cierto, su encanto no funcionaba hoy. Estaban todas dominadas por los nervios, eso era los que les ocurría. Animales egoístas. Animales viejos y egoístas. Cuanto más pronto murieran mejor. Que dejaran sitio para los muchachos como él. ¿ Qué había escrito un famoso autor sobre los asilos de ancianos?.¨Me gustaría coger una ametralladora y acabar con todos ellos, en beneficio de los muchachos¨ De acuerdo.
Cruzó las rodillas y dobló los poderosos brazos sobre el pecho, mirándose con agrado en el espejo de sí mismo. Un gran muchacho, de poderosos hombros y caderas estrechas, muy bien vestido con una magnífica chaqueta deportiva de cachemira, de un profundo y lustroso azul, con pantalones azules de un tono más claro. Y calcetines de seda azul, de artesanía, una camisa deportiva a rayas azules y blancas, y sin corbata. Tenía un rostro ancho y sonrosado con pecas, que él simulaba deplorar, una nariz fuerte y beligerante, la boca llena y los ojos del color de su chaqueta, y todo coronado por una masa brillante de cabello rubio. Todo su cuerpo estaba tostado por el sol. Sentíase encantado consigo mismo en calzones de baño y sobre la tabla de surf. Se amaba a sí mismo cuando se vestía y desvestía, cuando comía y dormía, cuando jugaba y reía. En resumen, que se amaba a sí mismo.Lo sabía, y no veía razón alguna para negarlo.
Después de todo era un hermoso joven, y el mundo había sido hecho exclusivamente para los jóvenes. Juntó los labios sin emitir sonido alguno,como si fuera a silbar. Un ritmo rugiente de música moderna sonaba agradablemente en su cabeza mientras él marcaba el ritmo con el pie sobre la espesa alfombra azul que cubría el blanco suelo de mármol. Un lugar de chiflados, pensó divertido. Escuchó una campana y vio a un hombre viejo que se levantaba e iba a otra puerta. La puerta se cerró tras él. De modo que ahí era donde estaba el oyente, tocando aquella idiota campanilla para llamar a los asquerosos que entraban allí a hablar de sus complejos, inferioridades y frustraciones. Gracias a Dios que él no tenía ninguno. Pero le había dado la palabra a Sally de que iría allí, era la única forma de conseguir que le concediera el divorcio. Y no podía mentirle a ella tampoco. Sally había estado allí también y sabía exactamente cómo era, y conocía al chiflado que escuchaba allí dentro, de modo que no podía engañarla.
Después de todo era un hermoso joven, y el mundo había sido hecho exclusivamente para los jóvenes. Juntó los labios sin emitir sonido alguno,como si fuera a silbar. Un ritmo rugiente de música moderna sonaba agradablemente en su cabeza mientras él marcaba el ritmo con el pie sobre la espesa alfombra azul que cubría el blanco suelo de mármol. Un lugar de chiflados, pensó divertido. Escuchó una campana y vio a un hombre viejo que se levantaba e iba a otra puerta. La puerta se cerró tras él. De modo que ahí era donde estaba el oyente, tocando aquella idiota campanilla para llamar a los asquerosos que entraban allí a hablar de sus complejos, inferioridades y frustraciones. Gracias a Dios que él no tenía ninguno. Pero le había dado la palabra a Sally de que iría allí, era la única forma de conseguir que le concediera el divorcio. Y no podía mentirle a ella tampoco. Sally había estado allí también y sabía exactamente cómo era, y conocía al chiflado que escuchaba allí dentro, de modo que no podía engañarla.
Tampoco era un precio tan alto por un divorcio. Después de todo el sólo era un crío y Sally casi le había seducido para que se casara con ella. Era una mujer madura y él prácticamente un adolescente.
Se abrió la puerta y entró una jovencita con traje verde, una muchachita encantadora, de apenas unos veinte años, si es que los tenía, con una masa de magnífico cabello negro sobre sus hombros, un rostro pálido y sonrosado y ojos negros grandes y hermosos. Johnnie Martin la miró con intensa admiración.Una nena. Ahora bien, ésa si que era un plato de su gusto.La observó francamente cuando se sentó y cruzó delicadamente sus pies y puso las manos enguantadas en blanco sobre su regazo. Esta chica hacía que Sally pareciera tan vieja como su abuela. Podía percibir la frescura de su juventud mirando aquellos labios jóvenes, llenos, redondos. Ahora bien, ¿ Qué demonios habría hecho ir allí a esa chiquilla, una criatura como él mismo?. Quizás tenía un marido viejo e imbécil y también quería librarse de él. La muchacha alzó los pálidos párpados y le vio admirándola. Le estudió. Después increíble, su labio superior se alzó en desdeñoso gesto y, adelantándose hacia la mesa, cogió una revista.
Johnnie quedó atónito. ¡Las chicas jamás le desdeñaban así!. También se sintió furioso. Entonces se puso deliberadamente de pie, se acercó a la muchacha y se sentó junto a ella, que leía la revista. Inclinó la cabeza y susurró:
- ¿Que está haciendo una muñeca como tú en esta casa de locos?
No le contesto, por un par de minutos, y luego le contestó sin mirarle:
- Y usted ¿ qué hace aqui´?
Sonrío
- Busco consejo para librarme de una vieja
-¿ De tu madre?-preguntó ella, mirándole intensamente.
Se sintió complacido. Sonrió y sus blancos dientes brillaron deslumbrantes, como él bien sabía. Había esperado esa pregunta.
-Créalo o no, de mi esposa- dijo, y aguardó su expresión de incredulidad.
Pero no fue así. En cambio ella se limitó a estudiarle pensativamente.
-Es mucho mayor que yo-siguió él, con ligera petulancia en su hermosa voz.
La muchacha sonrió. A Johnnie le resultó difícil digerir aquella sonrisa. Era muy extraña.
- Solo era un chiquillo cuando me casé con ella- dijo
La habitación era fresca y agradable: pero empezó a relajarse y a pasarlo bien. No observó, ni le preocupó que los demás ocupantes de la habitación le miraran con aburrido disgusto.
La muchacha sonrió de nuevo.
- ¿Cuanto tiempo llevan casados?
Vaciló, y ella pudo advertir su vacilación.
- ¿Con Sally? Tres años.
Los ojos negros, que habían parecido tan distantes y tristes cuando entrara, comenzaron a reír. Su boca parecía ahora una cereza.
- Ah!¿Pretende conseguir la anulación, por no ser mayor de edad?-
Le sonrió encantado. Se rascó la cabeza para que su cabello quedara aún más alborotado que antes.
-Bueno podríamos decir algo así! Pero no del todo.
La muchacha dejó de sonreír.
-Eso me figure- dijo, y poniéndose de pie lo abandonó para trasladarse a otra parte de la habitación.
El la observó ir mientras se alejaba. La felicidad que había en sus ojos fue reemplazada por la furia y el odio¡Pequeña p...! Probablemente había cometido un error y ahora quería saber el nombre de un médico que le hiciera abortar. Pero si no podía negarlo,con el vestido tan apretado en los muslos. Y las piernas demasiado gordas además. Odiaba a las chicas de piernas gordas. Vacas. En poco años sería una vaca vieja, como Sally. Algunos en la habitación habían observado todo lo sucedido, a pesar de sus propios problemas, y no pudieron evitar el sonreír un poco como comprendiendo. Esto hizo que Johnnie se sintiera más furioso que nunca. Su rostro enrojeció hasta quedar escarlata y sus cejas color paja se fruncieron sobre sus ojos. ¡ Se iría de allí en aquel preciso instante!.
No, tenía que ver al oyente de allí dentro. Debía ser un tipo algo chiflado para escuchar gratis a todos los llorones que irían a verle. ¡ Sin cobrar nada! Entonces ¿ Qué hacía, informes sexuales ? ¿Es que escribía sobre aquellos viejos desechos, sentados por allí, esperando? La idea le hizo sonreir con una fea mueca. ¡ Podía imaginar los informes que aquellos asquerosos viejos serían capaces de referir si tuvieran el valor suficiente!. Con descarada indolencia les observó ponerse en pie uno a uno al sonar la campana y dejar la habitación. Quería que ellos le miraran aunque solo fuera una sola vez, para que supieran lo que pensaba de ellos. Pero no le miraron. La muchacha seguía ojeando la revista. El estaba seguro de que no leía, pues no pasaba una página. Sus ojos parecían fijos en las letras, pero no se movían, y apenas parpadeaban. ¿Una buscona? Probablemente. Tenía todo el aspecto, tan pálida, sin salud, sin vitalidad... sin una patente sensualidad. Luego vio algo que le encantó todavía más. No era tan joven como pensaba. ya se insinuaban débilmente unas patas de gallo en los ángulos de los ojos. Una vaca vieja. Por lo menos veintiocho años. Una vieja.
La muchacha trataba con todas sus fuerzas de conservar la compostura.¨Debo estar tranquila¨, se decía¨Debo dominarme¨Esto mismo le ocurre a millones de personas cada año, a personas más jóvenes que yo. A chicas mucho más jóvenes. tengo que conservar la cabeza por Tom. ¡ Querido Tom!.... Solo con que los dos pudieran tener una auténtica conversación... pero ¡ se habían divertido tanto en sus seis años de casados! Nunca había habido tiempo para una conversación seria. De todas formas, la vida de Tom siempre había sido demasiado seria. Confiaba en haberle dado con su presencia toda la alegría, toda la risa, y felicidad que él merecía. pero ahora...
En su dolor alzó involuntariamente la cabeza y vio que Johnnie Martin la observaba con patente disgusto. No se sintió turbada. Sólo pudo compararle con Tom que debía ser más joven. Este hombre tendría por lo menos 30 años, si no más. Pero se vestía y actuaba como un crío, un crío sonriente, tontarrón,indigno. Era un género que ahora abundaba mucho, y ella siempre los comparaba con Tom. Otoñales aniñados, perpetuos adolescentes, hombres que se negaban a madurar. Es que no se daba cuenta de la edad que tenía. sea quien fuera Sally, supondría para ella todo un triunfo el librarse de aquel marido. Esperaba que el hombre que escucha allí dentro aconsejara a aquel idiota que más que ir corriera a toda prisa al tribunal de divorcio más próximo por el bien de Sally. ¡ Uf! pensó ¿cómo pudo la pobrecilla llegar a casarse con el ?.
Johnnie Martin no podía creer lo que veía. Los ojos de aquella vieja vaca le miraban con fresco desdén y disgusto!. Sus labios estaban entreabiertos y el pudo ver ahora cuan pequeños y blancos eran sus dientes. Detestaba los dientes pequeños:en una mujer le gustaban los dientes grandes, húmedos, brillantes, !Dientes de Caballos!, había dicho a Sally en una ocasión. También ella tenía los dientes blancos y pequeños como éstas. Se preguntó porque no lo había observado antes de casarse con Sally. Tal detalle debía haberle desilucionado desde el principio. Nada había en Sally de lo que a él le gustaba. No era alta ni delgada, ni fascinadora, ni sexy, ni siquiera bonita. Su cabello era sólo castaño, y sus ojos también. tenía un rostro sobrio y redondo con un pequeño hoyuelo en la mejilla izquierda, y la nariz chata. Había sido muy buena amiga de sus madre, la que consiguiera arreglar aquel desastroso matrimonio.... su madre, ahora muerta.
-Sally una chica tan maravillosa- le había dicho en su lecho de muerte- será lo más conveniente para los niños; para ellos será la madre que nunca han tenido.
Echándole así en cara sus dos matrimonios anteriores ¡Como si hubiera tenido culpa! El solo era un chiquillo y ellas le habían forzado prácticamente a casarse. Sólo un adolescente cuando se casó por primera vez, apenas veinte y cuatro años, apenas recién salido de la cuna, y el segundo matrimonio a los veintiocho, todavía un jovencito, aun un mozalbete, ¿ no es eso lo que llamaban los jueces a los chicos de su edad?. Mozalbetes. Algunos de ellos solicitaban tribunales de Menores para que se ocuparan de los chicos y chicas hasta la edad de treinta y un años; comprendían que, después de todo, eran solo chiquillos. Papá lo había comprendido muy bien; su padre, tan bajito. Aún cuando su hijo le había sobrepasado ya en muchos centímetros y estaba ya en segundo de universidad se ponía muy tieso y alzando el rostro para mirar a su hijo a la cara y le decía riñendo a su esposa: Es solo un crío¨¿Que otra cosa puedes llamarle? Si, ¿qué otra cosa? pero su madre había sido como Sally. ¡Vaya pareja!.
Cuando se librara de Sally y pusiera las manos en todo aquel dinero, entonces se compensaría realmente del tiempo perdido. Dos años en Hawai. Un año en Roma.Quizás una temporada o dos en el sur de Italia y un invierno en París. Sonrió, y su corazón saltó con la dicha de la anticipación. Lo único que se interponía entre él y los placeres necesarios a su juventud esa Sally, y ella le había prometido el divorcio si él iba a aquella casa de locos y hablaba con el hombre que escuchaba. Bien pues le escucharía. Y luego la libertad, otra vez un muchacho libre de trabas.
Vagamente escucho el sonido de la campana. pero estaba hundido en sus sueños anticipativos. Un instante después la muchacha le decía desde el otro lado de la habitación con su voz dulce y culta:
- Le toca a usted ahora.
Alzó los ojos asustado y la miró. Estaban solos. Guiñó descaradamente, todo su rostro una sonrisa. Ella volvió a su lectura. Jhonnie se puso de pie, bostezó, se estiró la chaqueta, se dirigió a la puerta... tenía un modo de caminar fácil, juvenil, que sabía resultaba ,muy atractivo a las mujeres. Evidentemente la muchacha no quedó impresionada, pues ni siquiera alzó los ojos....
Continuará.............
Continuará.............
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