Todos los seres humanos tenemos sueños más a o menos conocidos. Algunos sueñan con ser adinerados, con poseer grandes riquezas, una familia feliz, una hermosa esposa y unos hijos perfectos. Las mujeres suelen soñar con el Príncipe Azul, que generalmente ni es azul, ni es príncipe, pero al cual le otorgan características de Hidalgo y con armadura reluciente, que las rescate de la vida y las lleve cabalgando hacia la felicidad y la fortuna de saberse amadas, protegidas e incluso veneradas. Para ellas no hay felicidad mayor.
Otras en cambio, tienen sueños aparentemente más realistas, encontrar a su media naranja, formar una hogar, criar a sus hijos, y poder ver llegar a los nietos...
Todos los sueños son válidos, dependen generalmente de la escala de valores de cada quien. Suele ocurrir que lo que para unos es ideal, para otros no lo es.
Por ejemplo: Para la mujer feminista a ultranza, la idea de encontrar a una ¨media naranja¨ es ilógica, pues ella es completa tal como es. Incluso la idea de adoptar el apellido de su pareja como propio, es un insulto a su condición, pues no pertenece a nadie, más que a si misma. No siente que nadie deba completarla, ni ella completar a nadie. Sin embargo, y aunque no lo confiese jamás, muy posiblemente le gustaría contar con una pareja (hombre o mujer) con quien compartir sus éxitos y sus ambiciones. No todas sueñan con tener hijos, existen personas para las cuales los hijos no forman parte de la ecuación, y hay que respetar la opinión de todos y cada uno de nosotros.
Otras personas (sean hombres o mujeres), les aterra tener todo el día a una persona observándolos (as) o compartiendo el día a día. No porque amen la soledad, sólo que se aman tanto a sí mismos, que no sienten la necesidad abrumadora de compartir su espacio. Generalmente piensan que ¨cada quien en su casa y Dios en la de todos¨ es la mejor versión del individualismo. Si le apetece compartir con alguien un momento dado, lo hacen, no faltaba más!!!, pero eso de amanecer todos los días con el rostro de otro(a) a su lado, no es la mejor versión de lo que ellos consideran su sueño existencial. Pero breves encuentros no están mal. Sin embargo, siguen defendiendo a capa y espada su necesidad de ser ellos mismos y solos...
Existen los grandes soñadores, los idealistas, los que piensan que no hay nada más hermoso que encontrar por azar del destino o porque la vida es así, a una persona especialmente cautivadora, de buen talante, inteligente, que nos enamore con su verbo, que nos cautive con su buen hacer de las cosas sencillas, incluso que nos enamore de sus errores, porque esos la (lo) convierten en ese ser único e irrepetible. No quieren seres perfectos. Sólo perfectamente humanos, absolutamente enamorables, tiernamente imperfectos, cautivadores totales, bien sea por la forma de mirar, por su sonrisa, por alguna frase o muletilla que usan que los hace absurdamente geniales. Quizás para otros (as) serían totalmente insignificantes, no llamarían la atención, pero para la persona idónea, son ¨la persona especial¨. Y es ahí donde surge el enamorarse de alguien sin ser especialmente distinto, sólo único para cada quien.
Creo sin lugar a dudas que eso es como esperar al Velero de Cristal, capitaneado por alguien muy sui generis, diferente, único. Sin ser idealista, creo que en algún lugar está aquel o aquella que corresponde como en una llave y su cerradura a cada ser que está destinado a formar su pareja. Y uso la palabra de estar destinado, porque siento que también hay personas que o bien están destinadas a pasar parte de su vida en soledad de pareja o en ausencia de pareja, incluyendo aquellos que por motus propio decidieron destinar su vida a la contemplación, al amor de Dios, a la oración, al prójimo en general.
Igualmente pienso que la vida siempre da vueltas de timón insospechadas, y que cosas que jamás hubiéramos soñado, se suceden, como en una película de las de blanco y negro, con Carry Grant y Deborah Kerr...
A veces los sueños se cumplen, y las cosas suceden de forma mágica y maravillosa, y no necesariamente a gente especial. Le suceden a seres humanos normales, comunes y corrientes. El mundo gira cada día, y en cada giro ocurren cosas que damos por sentadas como el amanecer y el anochecer, como las mareas y la aparición de la Luna. Sin embargo, son pequeños grandes milagros de la naturaleza, y dentro de cada 24 horas, ocurren cientos de pequeños y maravillosos milagros. Pues la vida es una pequeño gran milagro en sí misma.
A veces tenemos miedo de acercarnos a la orilla del mar, o del río, porque nos podemos caer y ahogarnos en la quietud de sus aguas o en los remolinos que a veces enturbian su tranquilo movimiento.
Pero nada, absolutamente nada, ocurre sin que la mano de nuestro Creador esté Omnipresente. Lo que ha de ser será. No nos angustiemos, tampoco hagamos de la búsqueda un afán, dicen que ¨El tiempo de Dios es perfecto¨.
Y así es en realidad, incluso los momentos de dolor y angustia, son parte del aprendizaje de nuestras almas, aunque a veces nos parezca cruel e inhumano, pero todos venimos a aprender algo, y a enseñar algo. Aunque nos parezca mentira.
Me conformo con enseñar a Amar, y se que debo aprender a Recibir, en mi caso es el aprendizaje más difícil, generalmente me escondo mentalmente en mi caparazón de cristal, creyendo ilusamente que nadie me verá, pero sí lo hacen, sólo que yo estoy muy metida en mi papel de persona asustada, porque tengo miedo muchas veces, a cosas que no debería o a situaciones que pienso que no voy a superar, aunque muy dentro de mí esté consciente de que sí lo haré, de que me superaré a mi misma y superaré mis miedos.
Quizás pasado el tiempo, yo misma me plante a la orilla de ese mar a mirar el Velero de Cristal, puede que sólo venga el navío con sus velas desplegadas, esperando a una sola tripulante, para emprender un viaje muy distinto.
No siempre el viaje ha de ser compartido, puede ser que, como a los grandes navegantes solitarios, mi velero me lleve a surcar el mar en busca de nuevos horizontes o en la búsqueda de alguien que me espera más allá del Horizonte...
Todavía no lo sé, es para mi una gran incógnita. Por ahora, como mujer guerrera y batalladora, sólo vivo el día a día, con sus luces y sus sombras. Pero teniendo muy claro que en algún momento el Velero de Cristal puede llegar a mi puerto. Y bajaré a recibirlo con alas de niña y la mirada de la mujer adulta y serena que soy, en Paz conmigo misma y con el mundo que me rodea.
Que Dios los bendiga
Mireya Pérez
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